EL CRIMEN DE RENA
Por DOVANE63
EL CRIMEN DE RENA
La pareja de guardias detiene la persecución de los fugitivos para rastrear el terreno. D. Fermín también descabalga y saca de una raída funda de cuero sus potentes binoculares marca Aitchisons, esos que tan buen resultado le habían dado en sus jornadas de caza y observa el terreno palmo a palmo, a los lejos, en el cerro Aceuchal algo llama su atención, una pequeña y casi imperceptible sombra.
- Mire cabo, ¡ya los tenemos!
Efectivamente, los dos hombres que habían abandonado el camino de Villanueva para no dejar pistas de su ruta de escape habían sido localizados.
- Nos separaremos, para rodearlos, dijo el cabo de la Benemérita. Vd. D. Fermín, suba por aquí, estos bicharracos ya no se escapan.
Los dos fugitivos habían decidido ocultarse en el cerro hasta la caída del sol para después, amparados en la oscuridad de la noche, llegar hasta Villanueva, allí se aprovisionarían de ropa limpia y algo de dinero con el propósito de huir lejos, muy lejos, hasta México donde tienen unos parientes que habían emigrado años atrás.
Antonio, el más joven está agotado, la huida le ha dejado sin fuerzas e hinca sus rodillas en la tierra y rompe a llorar, llora de dolor por la paliza que le dio el vaquero y de miedo por su destino.
- Nos darán garrote como a esos dos señoritos de Don Benito.
- Seguro que no primo, confía en mí, no llores, verás como todo sale bien y no te pasa nada.
- Eso es hablar con la boca chica, yo solo pienso en mi madre y en Teresa ¿Qué va a ser de ellas?, dijo Antonio.
Como torrentes que fluyen tras una tormenta, los perseguidores no dan tregua a la caza y van estrechando el cerco, hasta desembocar donde se ocultan los dos primos.
- ¡Calla Antonio! que me parece escuchar algo.
Unas tórtolas, que descansan en una encina, alzan su vuelo espantadas ante la presencia de D. Fermín, que revolver en mano se acerca hacia ellos.
¡Arriba las manos o por Dios que os mato!
Tras ellos aparecen los dos Civiles, que carabina en mano, cierran el cerrojo de sus armas.
- ¡Alto a la Guardia Civil!
- ¡Yo no he hecho ná, yo no he hecho ná! dice el lloroso Antonio.
- Estate quieto, a ver si vas hacer alguna que jieda, replica el cabo.
Diego aprovecha el gimoteo de su primo para escapar barranco abajo, tras él sale D. Fermín que le persigue y dispara al aire su revolver ... ¡bang! ¡Bang!... Diego se detiene y alza sus brazos.
Amigo Dovane, he de decir que eres un maestro del grafismo. La primera de las estampas es insuperable.
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