viernes, 15 de noviembre de 2019

EL CRISTO DE MAYO





En el seno de una poderosa familia encomendera de Santiago en 1604, nació Catalina de los Ríos y Lisperguer, por sus venas corría sangre española, alemana e indígena.


La literatura y la tradición popular chilena la han mitificado y retratado como un símbolo de la opresión colonial. Debido a su llamativo pelo rojo, era conocida como “La Quintrala”, por la semejanza en cuanto a color con un arbusto, el quintral, originario de la región andina de Chile y de llamativas flores rojas.


Una mujer de gran hermosura y de extrema crueldad. Disponía a su antojo de sirvientes y esclavos antes los cuales no manifestaba ni la menor pizca de misericordia. Uno de sus pasatiempos favoritos era torturarlos y azotarlos, a veces el placer que le proporcionaba el infligir dolor iba tan lejos que los torturaba hasta la muerte.



Su padre D. Gonzalo de los Ríos y Encio, General del Real Ejército, Maestre de Campo y Corregidor de Santiago, al parecer murió después de comer un pollo que ella mismo cocinó. Su abuela, que tras la muerte de su padre se convirtió en su tutora, le buscó un marido en un intento por sofocar sus malos hábitos. En 1626, después de una generosa dote, la casó con un soldado español de 20 años de edad. Alonso Campofrío de Carvajal y Riberos, un descendiente de la nobleza catalana, uniendo su linaje a los Condes de Urgell y la Casa de Barcelona. Al año siguiente de su matrimonio, Catalina da a luz a su primer y único hijo, Gonzalo, quien moriría a los 8 años de edad. En 1628 muere su hermana en el Perú, y Catalina se convierte en la dueña de gran parte de las tierras.




Los cuerpos de esclavos masacrados continuaron apareciendo en sus tierras, lo que llevó a las autoridades a tomar cartas en el asunto, sería tan solo castigada con multas económicas. En 1654 Catalina quedó viuda, con lo que retomó el control total sobre tierras, negocios y hombres.
  
Sacerdotes, amantes y esclavos fueron presa de sus mortíferos juegos. Se dice que golpeó y apuñaló a un antiguo amante, un tal Enrique Enríquez de la Orden de Malta, y que también cercenó la oreja izquierda a un tal Martín de Ensenada y que mató a un caballero de Santiago. 



Dada su condición noble, evitó constantemente las acciones de la justicia. Hacia 1660, sin embargo, la ley finalmente cayó sobre ella. Se inició una investigación basada en nuevas acusaciones del obispo local, una la larga lista de asesinatos que se sospechaba había cometido. Por desgracia, el juicio duró cuatro años, pues usó sus influencias para dilatar el proceso. Fue acusada de 14 asesinatos (de los 39 que se investigaron) y se la condenó a pagar 1.000 piezas de plata por cada negro y 500 por cada indio. Un año después, falleció en su lecho por causas naturales.

Cuenta una leyenda que un día encontró un árbol en sus tierras, que tenía la cara de Cristo, por lo que ordenó cortarlo y tallarlo, lo colocó en su casa donde sería testigo de asesinatos, engaños, brujerías y torturas. Tiempo después ordenó que lo llevaran a la iglesia San Agustín, debido a que cuando pasaba junto a él, la seguía con la mirada.




Este Cristo actualmente es conocido como ''Cristo de Mayo'', debido a que hubo un terremoto en un mes de mayo, Catalina se refugió en la iglesia junto con su hermana, todos los muros cayeron, excepto en el que se encontraba colgado el crucifico, en una de las sacudidas, su corona de espinas descendió hasta su cuello y nadie se atrevió a tocarla, desde entonces sigue ahí. 





El crucifijo del Señor de la Agonía más conocido como Cristo de Mayo es una venerada obra de arte sacro colonial chileno, custodiado por la Orden de San Agustín en el Templo Nuestra Señora de Gracia. La escultura en madera policromada, fue tallada por el fraile agustino Pedro de Figueroa en 1613.


viernes, 1 de noviembre de 2019

DON BENITO – HISTORIAS DE CEMENTERIO


Todos los camposantos son tristes por naturaleza y al visitarlos nos llenamos de nostalgia y de pena, siempre he tratado de apartarme de todo contacto con ellos (ya tendré tiempo de estar ahí) aunque en esta ocasión hice un excepción.
LA CAPILLA

Podemos ver una fría capilla, en cuyo exterior aún son visibles las cicatrices de los conflictos del hombre, difíciles del borrar de su piel y de nuestra alma. Este pequeño recinto sagrado o lugar de oratorio está situado a la entrada del cementerio de Don Benito, en él hay un pequeño altar de madera, preside esta capilla una desangelada reproducción de un cuadro del Cristo Crucificado o Cristo de San Plácido de Velázquez. 


Hay unos bancos de madera que transmiten una gran sensación de fragilidad, como si solo estuvieran destinados a soportar el ligero peso del alma, dan la sensación que si los arrastráramos sobre la fría piedra oiríamos el mismísimo lamento de los difuntos; tengo la impresión de que nadie los ha usado desde hace mucho tiempo, me senté en uno de ellos y fue como si me abrazaran la eternidad, el olvido y la oscuridad…

EL CRISMON 


Todos los cementerios tienen alto contenido simbólico. A finales del siglo XIX y a principios del XX, los diversos sectores ideológicos, socioeconómicos y religiosos que conformaban la sociedad de Don Benito, se expresaban con iconografías funerarias particulares en nuestro Camposanto. Este monumento funerario que vemos en la foto se llama Panteón, en él se alojan los restos mortales de varias personas de una misma familia. Tiene una clara influencia neoclásica y está rematado por un gran obelisco, que es la representación de un rayo de sol, como emanación del dios Atum Ra.

Los egipcios creían que los rayos del sol llevaban hasta la tumba un gran poder vivificante que tenía algún efecto en la posterior resurrección del difunto. Este panteón es muy sobrio, apenas tiene adornos, tiene una entrada y una puerta realizada en hierro, simple en su expresión lineal y geométrica, está aislado en todo su perímetro por una cerca metálica. Sobre el dintel de la puerta hay un relieve con un signo, una corona de flores enmarca un Crismón, este símbolo es un monograma, abreviatura compuesta por las letras Χ y Ρ entrelazadas, son las dos primeras letras del nombre de Cristo en griego, representan a Cristo como principio y fin de todas las cosas.


LA PROFANACION

En 2011, una noticia causó indignación y turbó la apacible vida de nuestra ciudad, Don Benito, la profanación de cinco nichos llevada a cabo en el cementerio municipal. Los nichos se encontraban en diferentes manzanas del camposanto y fueron profanados esparciendo los autores los restos humanos en el suelo. Según publicaciones del momento, parece ser que los autores iban buscando alguna joya u objeto de valor de las personas enterradas. 


Recordando esta noticia me viene a la memoria esta historia no menos inquietante. Resulta que en los siglos XVIII y XIX, la profanación de tumbas era un problema grave en Gran Bretaña y Estados Unidos. Debido a que los cirujanos y los estudiantes de medicina sólo podían legalmente diseccionar criminales ejecutados o personas que habían donado sus cuerpos a la ciencia, y como las donaciones eran escasas, un mercado de cadáveres ilegal surgió. La pistola de cementerio fue una estrategia dramática utilizada para frustrar a los llamados "hombres de resurrección."


 Esta pistola que vemos, fechada en 1710, está montada sobre un mecanismo que permite que gire libremente. Los guardianes del cementerio colocaban el arma al pie de una tumba con tres cables trampa ensartados en un arco alrededor de su posición. Un ladrón tropezando con el cable trampa en la oscuridad, desencadenaría el arma. Pero los ladrones de tumbas evolucionaron para afrontar este reto. Algunos mandaban a mujeres que se hacían pasar por viudas o niños durante el día para informar de la ubicación de las armas de cementerio y otras defensas. Los guardianes del cementerio, a su vez, aprendieron a esperar a preparar las armas hasta después del anochecer, preservando así el elemento sorpresa. 

Otros métodos utilizados en la época para evitar el robo de cadáveres eran estas rejas que muestro, se colocaban alrededor de la tumba. No eran para evitar que los zombis salieran por la noche, como he leído en alguna publicación.

 TUMBA DE INES MARIA Y SU MADRE

Hay algunas cosas que el tiempo no puede curar, hay heridas demasiado profundas, que echan raíces... y es que como diría Gandalf: Ciertas heridas nunca curan del todo.


Un ambicioso proyecto que comencé el año pasado pero que de momento se encuentra aparcado por falta de tiempo. 


Las animaciones están realizadas sobre fotos de los personajes auténticos que vuelven a la vida después de más de 100 años.

INES MARIA CALDERON

Estas fotos están extraídas del magnífico libro del investigador y paisano nuestro, Daniel Cortés González, titulado: “El crimen de Don Benito”, en cual constituye un extraordinario documento histórico de nuestra ciudad.

Daniel Cortés González