Tuve el privilegio de conocer a este amigo en una ruta
senderista por la Sierra Santa Cruz (Cáceres) fue nuestro guía y ese fantástico
día nos mostró (para nuestra sorpresa) aparte de las maravillas de un paraje
mágico, sus habilidades como radiestesista.
Agustín Melchor Terrón es Licenciado en Filosofía y Letras
por la Universidad de Extremadura, en la especialidad de Geografía. Cursó el
Doctorado en la especialidad de Geografía Física.
Tiene varios libros publicados, así como artículos en
periódicos y revistas especializadas, destacando en los últimos años su labor
como Investigador y Escritor de la Historia y la Arqueología de su pueblo,
Santa Cruz de la Sierra, donde además desarrolla Rutas Culturales para enseñar
el resultado de sus investigaciones en la Montaña Sagrada de Santa Cruz.
También es Radiestesista e Investigador de las Energías de
la Tierra, lo que le ha llevado a abordar el estudio de los Espacios Sagrados
tanto de la Sierra como de su pueblo en su libro “El Misterio de lo Sagrado”,
relacionando telurismo, arqueología, historia y antropología.
Actualmente sigue trabajando en nuevos proyectos sobre su
pueblo, en la historia ignota del mismo, en la parte invisible del patrimonio,
en el lado heterodoxo de su Historia, en lo profundo y desconocido de sus
misterios, así como en otros proyectos a nivel regional que, en breve, verán la
luz.
Telurismo, misterio, energías, simbolismo, antropología
oculta, son las cartas de presentación de sus trabajos e investigaciones
actuales. Siempre en busca de lo invisible a nuestros ojos.
CRUCES DE LA INQUISICIÓN, por Agustín Melchor
Se me antoja necesario discernir entre los distintos tipos
de cruces grabadas en piedra que podemos encontrarnos en nuestros pueblos, pues
no podemos caer en el error de catalogarlas todas de una misma manera. Los
trazos y el escenario nos ayudan a comprender una realidad que, en ocasiones,
se torna invisible, y no solamente porque no veamos a simple vista esas cruces
labradas en las jambas de puertas y ventanas, a pesar de que sólo hay que
fijarse un poco para apreciarlas, sino también porque discernir su tipología
puede ser complicado. De entre todas las tipologías y simbolismo quiero mostrar
ahora las Cruces de Inquisición, reductos de un oscuro pasado que ha dejado un
poso difícilmente digerible si tomamos conciencia de su realidad cada vez que
veamos una de ellas.
Destacan por ser trazos bien marcados y aparecer una cruz
sobre un triángulo, lo que nos indica una marca precisa hecha en la casa de un
judío: la cruz simbolizaba la religión católica, y el triángulo simbolizaba el
Templo de Salomón, el Judaísmo, por lo que el conjunto de cruz sobre triángulo
simbolizaba el triunfo del Cristianismo sobre el Judaísmo.
A veces era la marca que ponían los esbirros de la
Inquisición en la jamba de la puerta de la casa cuyo morador era detenido, o
bien este había huido (también en las casas de familiares de reos, que eran
estigmatizados por su condición de familia de condenado, pues para la sociedad
de la época se consideraba una deshonra para toda una familia tener un hereje
en el seno de la misma); en cualquier caso, la casa quedaba confiscada y puesta
en venta para repartirse el dinero entre la Autoridad Eclesiástica y la
Autoridad Real.
Otras veces, esa cruz la ponía el propio judío convertido al
Catolicismo para aparentar que era practicante católico y así quedar libre de
sospechas: es lo que se denomina Cruz del Converso o Cruz de Sobremesa (porque
el triángulo hace las veces de peana de apoyo para la cruz al ser colocada
sobre una mesa). Incluso se cree que esta imagen quedó grabada en la mente de
todo aquél que era llevado ante la Inquisición, contemplando aturdido por el
miedo esa cruz sobre la mesa del inquisidor, y que una vez de vuelta en casa,
considerase esa tipología de cruz como la oficialmente verdadera a efectos de
la Iglesia (para la mentalidad de la época, unido a una galopante confusión
entre la población poco instruida acerca de las obligaciones que imponía cada
Credo, no procedía arriesgarse en simular una cruz que no fuera la detentada
por el todopoderoso Santo Oficio) siendo esa y solo esa la figura de la
verdadera cruz que se debía exhibir en público.
También, en muchos casos, cuando un judeoconverso se sentía
vigilado, en el punto de mira de la Inquisición, grababa una cruz en la jamba
derecha de la puerta de su casa para demostrar que era un buen cristiano, que
ya no utilizaba la parte más sagrada de la puerta para colocar una mezuzáh
(claro identificativo de una casa judía), sino para colocar una cruz. ¿Y qué
tipo de cruz grabaría?, pues la misma que exhibía el Santo Oficio, así no
corría el riesgo de equivocarse. De ahí que en muchas ocasiones sea difícil
precisar si nos hallamos ante una cruz grabada por los Familiares del Santo
Oficio al confiscar una casa (Cruz de la Inquisición) o por un judío converso
(Cruz del Converso o de Sobremesa).
En cualquier caso, cada vez que veamos esta tipología de
cruz, debemos tomar conciencia del oscuro pasado que representa, esa época de
intransigencia y supremacía religiosa que excluía a todo aquel que no
participara de la corriente religiosa oficial entonces imperante (el
Cristianismo). Así, por un entendimiento erróneo de la doctrina del Crucificado
se podía destrozar la vida a una familia. Sin duda, un tiempo de tinieblas que
no podemos obviar y del que tenemos mucho que aprender.
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