Durante la Edad Media, por los pueblos del antiguo Condado de Medellín se cantaban hermosos versos, su temática era principalmente amorosa, también sobre leyendas, sucesos luctuosos o propaganda política.
Estos poemas eran compuestos por los llamados trovadores y en
ocasiones ellos mismos los interpretaban, en otras lo hacían los llamados juglares o
ministriles.
"El sacauntos de Allariz". Copla de ciego.
Tiempo después serian recogidos este tipo de poemas en los llamados “Pliegos de cordel”, unos cuadernillos exhibidos para su venta en tendederos de cuerdas, de ahí su nombre, eran cantados a menudo por mendigos ciegos acompañados de instrumentos como la zanfona o la vihuela.
Pliego de cordel "El Crimen de Don Benito" |
De estas tradiciones también proviene el género de los
cantautores, aunque actualmente está en notable decadencia pese a que no le faltan
ingredientes de todo tipo para su elaboración.
No es Extremadura precisamente pobre en leyendas, pues las
tienen todos sus pueblos, castillos, santuarios y monasterios.
Castillo de Medellín - Foto: DOVANE63 |
Entre los pueblos del antiguo Condado de Medellín se cantaba
una que recogió el Cronista de Badajoz D. Nicolás Díaz y Pérez, y cuya crónica dice
así:
“Pasados muy bien los
promedios de la segunda mitad del siglo XVIII, el Gobierno del Rey D. Carlos IV
mandó a Don Benito un Alcalde-Mayor, de esos que hemos conocido hasta poco há,
con el nombre de Alcalde-Corregidores. El nuevo funcionario no obraba a gusto
del pueblo, y era más déspota de lo que convenía a sus subordinados. A más
creaba impuestos nuevos, multaba a los más descuidados y trataba a todos, altos
y bajos, a un mismo nivel, conculcando las leyes, y nadie tenía más derechos
que aquellos que él quería concederles, dándose humos de señor feudal.
Una mañana se levantó
el vecindario de mal talante. Se formaron grupos en la plaza, y una voz
sediciosa salió de en medio de ella, gritando:
— ¡Muera el
Alcalde-Mayor!... ¡Abajo el tirano!...
Se unieron todos los
grupos y las gentes cercaron la casa del Alcalde, poniéndola fuego.
De entre las llamas
surgió el Alcalde-Mayor pidiendo piedad. No la tuvo el pueblo para con su
verdugo, y cogido que fue por el populacho, sufrió muerte cruel, probando así
que no es tan fácil dominar voluntades libres.
La noticia del suceso
corrió hasta la Corte y el Gobierno mandó formar causa. Fue, al efecto, a la
villa un Juez especial a instruirla; tomó declaraciones a todos sus vecinos y
se vio, desde el primer momento, que había unanimidad en la designación del
culpable.
Este era... ¡Don
Benito!... esto es, el pueblo de Don Benito, representado en la estatua que
coronaba la torre parroquial del Apóstol Santiago.
Y no hay para qué
decir que el reo no pudo ser ahorcado, porque estaba abolido, desde Carlos III,
ahorcar ni quemar estatuas, a que tan acostumbrados nos tenían las sentencias
del Santo Oficio; y al pueblo de Don Benito tampoco pudo prendérsele, porque
compuesto ya de 11.000 habitantes, se necesitaba una cárcel inmensa para aprisionarle.
El Juez no pudo sentenciar. El delito quedó impune”.
Castillo de Medellín - Foto: DOVANE63 |
Nos dice D. Nicolás que tal es la tradición popular que de
antiguo corre, como cierta, sobre este sangriento suceso entre los pueblos que
formaban el histórico condado de Medellín, aunque no existen pruebas para dar autenticidad
al hecho, la historia tampoco lo registra en sus páginas, ni los cronistas extremeños
nada de él refieren.
En los primeros años del siglo XVII en la villa de San Martín
del Grove, perteneciente al partido judicial de Combados, en la provincia de
Pontevedra, se cuenta que ocurrió una historia muy pareja, su protagonista fue Don
Juan de la Meca, señor feudal y cura del pueblo, conocido como "El
Meco", tenía derecho de pernada sobre todas las mujeres de la villa, es
decir, que cuando una mujer iba a contraer matrimonio, estaba obligada a pasa
una noche con él.
“Tuvo esta villa un
Párroco, conocido como Meco, perturbador, enemigo de la paz, usurero,
pendenciero en alto grado y hombre de las más depravadas costumbres. Cansado el
vecindario de sufrir las licencias de su Párroco, acudió en queja al Arzobispo
de Santiago, para que le librase de tan pernicioso enemigo; pero el Arzobispo,
haciendo oídos de mercader, no atendió las excitaciones del vecindario.
Este, un día acordó hacerse la justicia por su mano, y en turbulento motín rodeó la casa de su Párroco, se apoderó de él y le dio muerte cruel, ejecutando uno de esos actos que en el Norte de América se le da el nombre de linchar. Se alarmó entonces el Arzobispo y formada la causa, y cuando había el propósito de ahorcar a los culpables, resultó por unánime declaración de todo el vecindario, que entre todos le habían dado muerte.
— ¡Matamos
todos!...—respondieron a una, hombres y mujeres—sin que pudiese jamás conocerse
al autor del crimen.”
Esta leyenda está autorizada por la historia y se conoce de
ella hasta los detalles más pequeños del hecho que la nutre, y sin embargo,
tampoco era nueva, pues como la de Don Benito, parece copiada de otro suceso
histórico del siglo XV, que constituye el asunto de uno de los más hermosos
dramas histórico-municipales del Siglo de Oro Español, obra del genial dramaturgo
Lope de Vega, su nombre: “Fuenteobejuna”.
Fuentes:
- La leyenda de Don Benito, de Nicolás Díaz y Pérez. 1901
- Galicia Encantada, Enciclopedia de Fantasía Popular de Galicia.
- Obras de Alfonso de Palencia, Biblioteca Virtual Cervantes.
- "El motín de Fuente Ovejuna en el teatro de Lope: la psicología de las muchedumbres y la naturaleza de sus delitos", por José Francisco Acedo Castilla
Tus artículos, siempre interesantes!
ResponderEliminarGracias Mercedes. Un saludo
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