martes, 15 de mayo de 2018

COLABORACION




En esta ocasión no soy yo quien escribe la entrada del blog, lo hace un amigo. En ella hace una desgarradora reflexión sobre una terrible enfermedad y nos obliga a pensar sobre la forma de ver la vida y la relación con nuestros seres más queridos, pues esta denominada “plaga silenciosa” puede afectarnos a todos. 

Un abrazo amigo Pedro y mucho ánimo para toda la familia.

DEMENCIA

Sin piedad, la persona empieza a ser minada por olvidos sin importancia, no distingue las monedas, olvida manejar el móvil, no consigue abrir cerraduras. No se percata de ello pero sus neuronas van hundiéndose en el fango de un lago seco y árido; que nunca más verá el agua limpia en su memoria.

El tiempo se detiene; y los neurotransmisores se estancan dentro de esa red de terminaciones nerviosas que hacen a la persona humana. Esa masa gris que nos dota de alma, se deteriora imparable sin compasión alguna con nadie de la familia y vemos estupefactos como ese padre antes brillante, ahora no nos conoce, somos fantasmas para él, sin nombre alguno o rostro.

El día deja de tener sentido y parece una balsa a la deriva, en la que el náufrago no encuentra el horizonte, divisando alrededor suyo tiburones acechantes que lo paralizan sin ser capaz de mover las extremidades, agarrotadas por el frío que se extiende dentro de su cerebro dañado y lleno de alucinantes seres que lo invaden, no dejando espacio a la razón.

Los conocimientos adquiridos son devorados vorazmente, y sus ojos llorosos dejan de distinguir el lenguaje escrito; su mirada vacía ya no te busca como antes, sientes como las conversaciones se empobrecen y solo te queda agarrar su mano  temblorosa para sentir algo de su calor perdido en sus entrañas más recónditas antes de que se apague del todo, pues tanto hielo impedirá encenderlo nunca más.

¡No te vayas!; soy tu hijo, tu mujer, tu nuera, tu amigo, ¡háblame! Antes de que las maderas de tu mente se pudran; ¡sigue aquí más tiempo!

Irremediablemente su personalidad se evapora día a día; por eso ahí estaré cogiendo el timón de su frágil embarcación, aprovechando sus piezas de velero; ese que antes surcaba los mares, repleto de sabiduría artesana de vida y de amor.

El tren no se para, todo se rompe a su paso, no sale de los raíles por nadie, la energía cinética que lleva deja en silencio sus labios cada vez menos expresivos; sus ojos ya no saben mirar lo bello, sin dirección, observan de forma ausente como nutrimos su cuerpo, lavamos su piel anhelando una sonrisa, un beso o caricia que nos reconforte.

Pedro Casado García de Paredes




2 comentarios:

  1. Una manera muy bella de describir el desamparo que se siente ante el olvido de quienes tanto queríamos.
    IRM.

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    1. Cuando las cosas salen del corazón suelen ser así. Que no nos toque nunca. Un saludo Isabel.

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