Una oscura fortuna debió recibir aquel que puso en manos de la justicia a estos salteadores de caminos, victimas, de alguna forma, de su tiempo.
El siglo XIX en
España fue una época muy convulsa y diferente de la que disfrutamos hoy, un
tiempo lleno de revoluciones, conspiraciones, motines y guerras. En 1831 (año
de este suceso) tuvo lugar el llamado “Pronunciamiento de Torrijos”, acción que
fue duramente reprimida por el rey Fernando VII y su gobierno absolutista,
siendo fusilados todos los conspiradores.
Fusilamiento de Torrijos |
En esa agitada
época y siendo Alcalde Mayor de Don Benito, D. Blas Damián de Vega y Velasco, una
noticia sobre nuestra ciudad tuvo eco en la prensa nacional.
Impensable en
nuestros días es la descripción que se hace de estos delincuentes que, en
alguno de sus párrafos, incluso nos puede recordar a las jocosas semblanzas que
escribió nuestro recordado y admirado José Antonio Gutiérrez Ortíz.
Hoy los
delincuentes desfilan por “alfombra roja” y copan portadas de revistas aunque
sus delitos suelen ser más graves que los efectuados por los protagonistas,
personas a las que solo movía a delinquir: el hambre y la represión de un
férreo caciquismo.
La noticia dice
así:
“Don
Benito (Provincia de Extremadura).
Al amanecer del
27 de noviembre de 1831 se fugaron cuatro reos con el alcaide de la cárcel de
dicha población y su hija política, la cual con dos de aquellos han sido
capturados hallándose prófugos. Las señas particulares de los restantes son las
siguientes:
Joaquín
Jiménez, alias Suarez el gitano, vecino primero de Mengabril y después de
Salvatierra de Barros; edad 44 años, estatura más de dos varas, pelo castaño
canoso, ojos pardos, tuerto del ojo derecho, hoyoso de viruela, feo de сarа,
descolorido y doble de cuerpo.
José Imesta,
manchego, vecino de Murcia, edad 36 años, estatura regular, barba poblada, cara
regular, color trigueño y una cicatriz en la mejilla izquierda. Andrés Barros,
alcaide de la cárcel, natural de Santiago de Galicia; edad más de 44 años,
estatura pequeña, ojos chicos, bizco del uno y que casi lo cierra, al
pronunciar boca grande, pelo castaño muy espeso, barba cerrada, nariz grande,
cara pequeña y redonda y color claro.
En su fuga
tomaron el camino de S. Pedro, y se anuncia para que con este conocimiento
puedan las justicias proceder a su captura; en el concepto de que siendo
Jiménez é Imesta ladrones en despoblado, se abonará por la prisión de cada uno
de ellos en el acto de su entrega 320 reales por la justicia de D. Benito, a la
que deben dirigirse en caso de verificarse”.
No es difícil
dilucidar que detrás de esta crónica debe esconder una gran historia llena de
romanticismo, aventuras y traiciones, de esas que hacen que se nos dispare la
imaginación pensando qué fue de Suarez “el gitano”, Imesta, Andrés… y su hija
política.
Una historia que se presta a modelar una novela, como esas que
escribe nuestra paisana Mercedes Gallego y que tanto nos complace leer.
Será fascinante
conocer a fondo esta historia, desgraciadamente han pasado ya casi 200 años y resultará
complicada la tarea de encontrar datos
sobre la vida de estas personas que durmieron bajo nuestro cielo y rezaron en
nuestras iglesias.
Fuentes:
- EL CORREO DE MADRID, 21 de diciembre de 1831.
Madre mía, Dovane, qué chula la noticia! Gracias por mencionarme y pensar en mí para darle cuerpo a la historia. No te digo que no la tiene, aunque sería cuestión de dignificar a los personajes, que, como bien dices, son producto de su época y estatus social. Me lo pienso, al menos para relato.Cuenta con que te lo dedicaré si lo llevo a cabo. Un abrazo.
ResponderEliminarPues animate Mercedes, me gustaría mucho leer tu versión de esta historia, seguro que sería apasionante. Un saludo
Eliminar