lunes, 6 de noviembre de 2017

DON BENITO. LOS BANDOLEROS




6 de Noviembre de 1837. Plaza de la Cebada (Madrid), es una mañana fría pero a pesar de eso una muchedumbre se agolpa en ella, un hombre se dirige pesaroso camino del cadalso, el verdugo y el garrote vil le esperan para dar conclusión violentamente a su truculenta vida, tiene 31 años y estas serán las últimas palabras que pronunciará en este mundo: 


“He sido pecador como hombre, pero nunca se mancharon mis manos con la sangre de mis semejantes. Adiós patria mía. Sé feliz”. 

Se llamaba Luis Candelas y era el bandolero más famoso de su época. 



En Extremadura abundaban también las partidas de bandoleros, las más temidas y famosas fueron las de “Los muchachos de Santibáñez”, “Melchor y Merino”, la banda de “El Charro” o la de “Genaro Sánchez de León”. 

Mi amigo Miguel Buendía y Guillén, me contó que por estos parajes actuaba un bandolero llamado “Serna” que se refugiaba en una cueva que aún existe pero que es de difícil acceso en la finca “Valdecabreros” (hemos quedado para ir a inspeccionarla). 

“A Serna le dieron caza los Migueletes, un cuerpo de seguridad antes de la Guardia Civil. Otros dicen que El Somatén y finalmente que La Guardia Civil. Esto ocurría a finales del Siglo XIX o principios del XX, era coetáneo de Tragabuche, Perro Dientes. Metefuegos y Arranca Bellotas, este procedía de Sierra de Gata.

Don Benito, la plaza 1926 , bendición de la bandera del Somatén





De Campanario a Quintana actuaba Burra Loca, personaje que tenía atemorizada a la zona de la Sierra de los Baños del Forcallo a Oliva de Mérida. Escuchaba relatos en las noches camperas en la lumbre de los mayores. Una de ellas contaba que tuvo sitiados a los dueños de la finca la Bóveda tres días y tuvo que huir pues le soltaron perros destinados a tal menester.


A Burra Loca después de aquella huida no se le vio jamás. Decían que tenía amoríos con una de la zona de Maguilla, Berlanga o Campillo de Llerena, llamada La Pedregal. Y mira por donde con el paso de los tiempos una línea coches de viajeros llevó el nombre de La Pedregal”.

Excuersión en La Pedregal
Con el paso del tiempo este tipo de forajidos han pasado a formar parte del folcklore y las leyendas, rodeados de una gran aureola de romanticismo. 


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Cuenta una de estas historias que una de las más grandes benefactoras que ha tenido nuestra ciudad, Don Benito, Doña Consuelo de Torre-Isunza, se dirigía un día en su coche a la ciudad de Mérida y al llegar a la altura de un paraje situado entre Medellín y Santa Amalia, conocido como la Sierra del Alcornocal, un grupo de bandoleros le salió al paso.

Doña Consuelo de Torre-Isunza



- ¡Alto cochero, detén el carro si en algo aprecias tu vida!

 - ¡So, caballo! ¿Saben ustedes quien viaja en este coche?, replico el cochero. 

Uno de los bandoleros, que parecía el jefe de la partida, abrió la puerta del coche y nada más verla se quitó el sombrero casi con una reverencia, pues la había reconocido al instante y dijo: 

- No se preocupe, no le va a pasar nada, que usted nos ha dado de comer muchas veces, la vamos a acompañar hasta San Pedro de Mérida pues por aquí hay varias bandas, como los Morcillos, que están por el río Búrdalo.

Este tipo de bandidos fue paulatinamente disminuyendo en la segunda mitad del siglo XIX, entre otras causas a raíz de la creación en 1845 del benemérito cuerpo de la Guardia Civil.





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