domingo, 31 de octubre de 2021

DON BENITO. LA NOVIA ENSANGRENTADA


 
Yolanda es una joven de belleza sin igual, de largos cabellos dorados. Vive en uno de los barrios más deprimidos de Don Benito y como muchos jóvenes de su edad tiene grandes sueños y está decidida a cumplirlos, incluso a cualquier precio.
 
Es consciente de que tal como están las cosas, será difícil lograr las altas metas que se ha propuesto, no ha tenido oportunidad de estudiar y como otras tantas jóvenes de su edad, tan solo cuenta con lo poco que gana trabajando como empleada de hogar en casa de unos notables señores, la única salida que ve posible es casarse con alguien de buena posición.
 
Tiene numerosos pretendientes, todos de su misma condición y a todos los rechaza. Hay uno que le gusta en especial, Raúl, el hijo de “la gallega”, un apuesto joven también de familia humilde, jornalero del campo.
 
Son las navidades de 1965 y como todos los sábados, Yolanda acude con unas amigas a un conocido local donde se reúnen los jóvenes a escuchar música. Suenan los acordes de una canción de amor de su cantante favorito, Salvatore Adamo, “La noche” …. y baila con Raúl que le declara su amor incondicional e inician en ese momento una relación formal.
 
Al cabo de unos meses de noviazgo, comenta a Raúl que muchos paisanos han emigrado y que les va muy bien en el extranjero, uno de ellos, “Señó Pedro” ese tan bien vestido con aspecto de caballero antiguo, amigo de la familia y que siempre la obsequia chocolate, habló a su padre de las bondades del país helvético, de lo mucho que se gana y el tren de vida tan diferente que se adquiere estando en Suiza. Que si emigra y que una vez tomado cierto acomodamiento se casara con él.
 
Raúl, no se lo piensa dos veces, entusiasmado por el amor que le promete la bella Yolanda y por lograr una vida junto a ella, llena una maleta lo poco que tiene: una muda limpia, dos camisas y el viejo chaquetón heredado de su difunto padre y, como siglos antes hicieran sus paisanos, dejará su tierra en busca de fortuna.
 
El tren procedente de Badajoz llega puntual a la estación y con las piernas temblonas, Raúl sube al tren correo con destino Madrid para tomar un avión que le llevará hasta Zúrich, en Suiza.
Besa el rosario que le regaló su madre y contempla como Yolanda desde el andén le despide, agitando un pañuelo.
 
Ya en el aeropuerto de Zúrich, Raúl accede a una gran sala repleta de gente que va y que viene, busca asustado a “Señó Pedro”, que le ha recomendado para un trabajo de jardinero en un hospital. Por fin lo encuentra y tras darse un abrazo como quien se aferra a un salvavidas en un mar embravecido, suben a un taxi que les conduce a una mísera pensión donde residen otros emigrantes como él.
 

 
Yolanda mientras tanto, ha decidido cambiar de trabajo, ya no soporta más los caprichos y las malas formas de su “señora” y junto con sus amigas Petri y Elena, trabajará en la fábrica de conservas, son muchas las horas de duro trabajo, pero el sueldo bien que merece la pena.
 
Recibe por fin una postal de Raúl que le ha escrito “Seño Pedro” con una exquisita caligrafía, en ella le cuenta que está muy bien y lo mucho que desea estar a su lado. En cuanto al trabajo, está muy contento pues ganará 1200 francos y por supuesto no es tan duro como las tareas del campo a las que está acostumbrado. En la pensión ha hecho muy buenos amigos, Manolo “El Bogart” de Albacete y un italiano llamado Gabriele que trabaja en el servicio de limpieza del ayuntamiento, con los que va los domingos al Hogar Extremeño.
 
Yolanda le responde con otra postal, es una bonita fotografía de la Plaza de España de Don Benito, en la que aparece la nueva escultura que se ha colocado en su centro y le escribe: 
 
Cuando vengas al pueblo no lo conoces, aunque hay quien dice que es una poca vergüenza el que hayan colocado a un hombre y a una mujer desnudos en medio de la plaza, pero a mí me gusta. Te diré que empecé a trabajar en la fábrica y de momento todo me va bien, el pasado jueves vi a tu madre en la Plaza de Abastos, estaba vendiendo manojitos de espárragos en los poyetes de las escaleras y llegaron los municipales y si no llega a ser por D. Eusebio el vigilante, se los quitan todos. También he ingresado en el banco las 200 pesetas que me mandaste y me he comprado en el comercio de los portales aquel vestido de lunares que tanto te gustaba, me hará un retrato Diego el fotógrafo y en la próxima carta te lo mandaré.
 
Pasaron los días, pasaron los meses y llegaron las primeras navidades tras su separación, como era costumbre regresó a España “Señó Pedro” y fue a visitar a los padres de Yolanda, no podían faltar las tabletas de chocolate, en esta temporada eran más abundantes y grandes que nunca. En una de las pausas de la conversación y aprovechando que el padre de Yolanda fue a la cocina a por una garrafa de vino, “Señó Pedro” agarró fuertemente del brazo a Yolanda y le dijo:
 
- Ven a mi casa mañana a las nueve, que tengo que contarte algo muy grave sobre tu novio.
 
Aquella noche no pudo dormir a pesar de tener que levantarse temprano para ir a la fábrica,
- ¿Qué me querrá contar “Señó Pedro” de Raúl? Se preguntaba, dando vueltas en la cama mientras el viejo somier no dejaba de chirriar y su hermano golpeaba fuertemente la pared de la habitación contigua.
 
Puntual a la cita, Yolanda acudió a la noche siguiente, al ver aquella casa se quedó maravillada, era la casa que siempre había soñado, alfombras persas, lámparas de cristal de Murano, cortinas de terciopelo, únicamente había visto algo parecido en las películas que se proyectaban en el cine Rialto, era… un palacio.
 

 
- Mira Yolanda, sabes el aprecio que te tengo a ti y a tu familia y por eso quiero contarte algo muy grave, no sé cómo decírtelo… es que tu novio hace tiempo que se ve con una mujer que trabaja en el hospital de Zúrich como enfermera, ya incluso ha dejado la pensión que le busque y viven juntos.
 
Casi se desploma de la impresión al escuchar aquellas palabras, no lo podía creer, ¿Cómo era posible que la hubiera traicionado de esa manera?
 
Rompió a llorar e ingenuamente cayó en brazos del “caballero” que fuertemente la apretó contra sí.
 
- Bella Yolanda, desde siempre he estado enamorado de ti, ya sé que soy algo mayor para ti, pero si me aceptas, todo cuanto poseo será tuyo, podrás ver cumplidos todos tus deseos, mira…
 
Y abriendo una caja fuerte que escondía tras un cuadro de la batalla de Trafalgar, le mostró gran cantidad de dinero y joyas que guardaba en su interior.
 
- Todo será para ti, todo es tuyo si te casas conmigo, acéptame por lo que más quieras, quiero acabar mis días en mi pueblo y en compañía de la mujer que amo.
 
Para la joven todo aquello le parecía como un extraño sueño, como estar viviendo la escena de una película y no sabiendo cómo ni por qué, acabaron besándose.
 
Pasó el tiempo y las cartas de Raúl habían dejado de llegar, un sábado Yolanda fue al mercado de Abastos para hablar con la gallega.
 
- Hija, no puedo decirte nada pues no sé de él desde hace ya varios meses, estoy desesperada, me temo que algo malo de haya sucedido, pues mi Raúl es un buen chico y te quiere mucho. Yo también quería hablar contigo y que me contaras que hay de cierto en eso de lo que habla todo el pueblo, que te ves con ese viejo caballero: “Seño Pedro”.
 
- Sé a ciencia cierta que su hijo vive con una mujer, compañera de trabajo en el hospital y me ha estado engañando todo este tiempo y si me veo o no me veo con “Seño Pedro” es cosa mía y a usted no le incumbe para nada.
 
1973. Por fin se formalizó la relación entre la joven y el caballero, pese a una primera objeción de sus padres, se fijó la fecha de la boda, el caballero no había reparado en gastos y como un cuento de hadas, se organizó una pomposa boda en la que no faltaría de nada, desde anchoas del cantábrico hasta percebes de Galicia, acompañados por los mejores caldos de La Rioja e incluso champagne francés en el mejor salón de banquetes de la ciudad.
 
Un día antes del enlace, la gallega se acercó a ver a Yolanda, en sus manos traía una carta arrugada y con angustia se la mostró.
 
- Mira, escribí al hospital de Suiza y me dicen que ahí nunca trabajó un español llamado Raúl, que no le conocen que debo haberme equivocado, ¿es esta la dirección, no es cierto?
 
- ¡Ya te dije que algo le había pasado a mi Raúl, maldita la hora que te conoció y maldita seas tú! Exclamaba mientras se alejaba sollozando calle abajo.
 

 
No debes caldearte por ese sinvergüenza y menos hoy, le dijo su madre, debes centrarte en tu boda y en tu futuro marido que es lo primordial y no escuches cuentos de viejas brujas que solo hablan por envidia, la misma envidia que te tiene todo el pueblo.
 
Y por fin llegó el día de su boda y vería cumplidos todos sus sueños, sería al fin una gran señora.
Ya lucía espectacular su blanco traje, sus cabellos rubios brillaban como el oro bajo el velo que casi llegaba hasta el suelo, cuando “Señó Pedro” irrumpió en la habitación donde recibía los últimos retoques de la peluquera.
 
- Por favor que da muy mala suerte ver a la novia antes de la ceremonia.
 
- No podía resistir por más tiempo dejar de ver a la mujer más bella del mundo.
 
La ceremonia y el gran banquete habían resultado como ella había siempre soñado, se sentía feliz y afortunada, aunque su marido era mayor que ella, pensaba que con el tiempo aprendería a quererle, aunque en esos momentos sus pensamientos estaban centrados en Raúl y cómo habría sido la noche de bodas a su lado.
 
Tal vez llevada por los efectos de champagne francés, se mostró más cariñosa que otras veces con su ya marido y optaron por retirarse al lecho conyugal, él tras las primeras amables palabras se mostraba más que impetuoso, más de lo que podría esperarse e incluso… empezaba a ponerse violento y como una fiera se dejó llevar por sus más bajos impulsos dejando a la bella Yolanda al borde de la misma muerte, tendida y sin conocimiento en la cama.
 
En esos días, aterriza en un Madrid consternado, un peculiar personaje, parece sacado de una película americana de gánsteres, pues viste gabardina, sombrero y el inconfundible rastro del tabaco rubio impregna sus amarillos bigotes. Un comando de la banda terrorista ETA acababa de asesinar al presidente del Gobierno de España D. Luis Carrero Blanco y la ciudad es un ir y venir de sirenas y policías, pero logra superar el caos y llega hasta la estación de Atocha, donde tomará un tren hasta la localidad extremeña de Don Benito.
 
- ¿No hay taxis en este pueblo?
 
Preguntó el misterioso forastero al hombre que regentaba en una destartalada caseta de madera donde se dispensaba prensa y licores, le respondió que el único que había se acababa de marchar con una señora gorda.
 
En ese momento entra por la puerta de la estación una pareja de la Guardia Civil.
 
- A sus órdenes!! Grito mientras se cuadraba, el cabo de la Benemérita.
 
- Me llamo Durand, inspector Peter Durand de la Oficina de Interpol en Zúrich, necesito urgentemente ver a sus superiores.
 
Ya en el cuartel, tras acreditarse como es de rigor, el inspector saca de su maletín una foto, bastante deteriorada, es el retrato de una mujer, en el reverso puede leerse: D.S. CALOYO - Fotógrafo, Don Benito.
 

- Esta foto es la que me ha traído hasta aquí.
 
- ¿conoce Vd. a este hombre? Y le muestra otra foto del cadáver de un hombre, brutalmente mutilado.

- ¡Dios mío! Exclama el capitán, es… Raúl, el hijo de la gallega.

- ¿Y a este, le conocen?

- Pero si parece… ¡D. PEDRO!

- Llevo más de diez años tras su pista, es un escurridizo ladrón, se le busca por numerosos robos en Suiza y Francia además de sospechoso del asesinato de al menos siete personas, entre ellos, el desgraciado de la foto. Un español y un italiano, compañeros de pensión, denunciaron su desaparición y me pusieron tras la pista de este canalla, al que ya seguía de cerca los pasos.
 
- No me lo puedo creer, le dice en Capitán de la Guardia Civil, este individuo hace poco que ha regresado de Suiza y es la envidia de todos los mozos del pueblo, pues se ha casado, ayer mismo, con la chica más bonita de la ciudad, que por cierto ahora que recuerdo… ¡era novia de Raúl, el muerto de su foto!
 
Las piezas del puzle por fin le encajaban al inspector, sus pesquisas estaban dando su fruto y parecía que tenía a la presa al alcance de su mano.
 
- Buena noche han dado los señores, ¡menudo escándalo! Comenta el recepcionista del hotel al camarero que se disponía a llevarles el desayuno.
 
- ¡Dios Bendito, Dios Santo!

Gritó descompuesto el camarero al entrar en la habitación.

En la cama yacía ensangrentada la bella Yolanda, perdidas tanto su honra como su vida y amparado por la oscuridad, como una alimaña se ocultaba su asesino, que sigilosamente se abalanzó sobre el camarero, hundiendo un puñal en su pecho al mismo tiempo que tapaba su boca.

Posteriormente, tras huir por una ventana, se dirigió a su casa, abrió la caja fuerte y cogió tanto dinero y joyas como pudo guardar en un hatillo.

Su corazón latía fuerte por la excitación, pero un pequeño resplandor llamó su atención, era el inspector Durand, que enciende un cigarrillo oculto en una de las esquinas de la estancia, los dos cruzaron miradas en silencio, trata de coger el arma que había depositado en una mesa, pero el inspector no le da opciones y… ¡¡Bang!! Bang!!




El asesino cae al suelo herido de muerte y exhala su último aliento mientras se aferra a la solapa de la chaqueta del inspector tratando de incorporarse, pero las fuerzas le abandonan y cae al suelo, estas son las últimas palabras que escuchó en este mundo de boca de su incansable perseguidor:

« Le démon était à côté de votre lit à votre naissance et vous a accompagné toute votre vie, aujourd'hui il revendique votre présence dans l'enfer ».

El demonio estaba al lado de tu cama cuando naciste y te ha acompañado toda tu vida, hoy reclama tu presencia en el infierno.

En ese momento aparece Alfred Hitchcock, el maestro del suspense, y dice:

“No siempre todo es lo que aparenta ser, hay lobos con piel de cordero que tienen la extraña capacidad de hacer el mal, hay delitos para los que no existe más justicia que la muerte”.

Al mismo tiempo, Yolanda abre los ojos y gira su cabeza, está en el regazo de Raúl que sonríe, se encienden las luces del cine Rialto.




- Ha sido un sueño, un mal sueño. Abrázame fuerte Raúl, que no quiero otros abrazos ni más besos que los tuyos, tú lo eres todo para mí.
 
Esto sucedió ayer mismo, algo muy extraño, puesto que el cine Rialto se incendió el 31 de octubre de 1989.
 
Salen del cine y abrazados se pierden calle abajo en una niebla fantasmal juntos hasta la eternidad.






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