14 de septiembre de 1580, nace en Madrid uno de los más importantes e ingeniososo escritores del Siglo de Oro, destacó como narrador de la Historia de España y por su poesía de carácter satírico, su nombre: Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos
QUEVEDO Y EL PEDO
Se dice de Quevedo que cuando iba acompañando al rey una
tarde y mientras subían unas escaleras de palacio, se le desató el zapato. Y al
atárselo, como se le puso el culo en pompa, le dio el rey un manotazo en el
culo para que siguiera, y Quevedo se tiró un pedo.
Y va y le dice el rey:
– ¡Hombre, Quevedo...!
Y Quevedo contestó:
– Hombre, ¿a qué puerta llamará el rey que no le
abran?"
La misma anécdota aparece ya recogida en el siglo XVI en una
colección de cuentos de tradición oral titulada "El sobremesa y alivio de
caminantes" (1569), del escritor y editor valenciano Joan Timoneda:
Subía un truhan delante de un rey de Castilla por una
escalera y, parándose el truhan a estirarse el borzeguín, tuvo necesidad el rey
de darle con la mano en las nalgas para que caminase.
El truhan, como le dio, echó se un pedo. Y tratándolo el rey
de bellaco, respondió el truhan:
“¡A qué puerta llamara vuestra Alteza, que no le
respondieran!”
QUEVEDO Y EL CODO
Esta calle de Madrid (España) recibió este nombre por su
forma, similar a un brazo doblado, y no fue la única. Existió la calle del Codo
a San Pedro (actual Travesía del Nuncio), la calle del Codo a la de los
Preciados (hoy Callejón de Preciados), hubo bastantes calles del Codo y del
Recodo… De la que hablamos es de la que conecta la plazuela del Conde de
Miranda con la Plaza de la Villa, se dice que en ella todavía podemos respirar
la auténtica esencia del Madrid de los Austrias.
Cuentan que éste parece que fue uno de los lugares favoritos
del magistral Francisco Quevedo ya que era su meadero particular antes de
llegar a su casa tras sus animadas veladas por las calles y tabernas de Madrid.
Se dice que todas las noches vaciaba su depósito en la misma esquina, noche tras
noche.
Un vecino que mañana tras mañana se levantaba contemplando
la mancha de humedad dejada por Quevedo en la puerta de su casa y cansado de
las meadas de Quevedo decidió instalar una cruz en el sitio.
La noche llegó, con ella, la orinó por completo, se puede
decir que la utilizó como punto de mira. A la mañana siguiente el vecino se
llevó una gran decepción y desilusión por lo que junto a la cruz dejó una nota
que decía “no se mea donde hay cruces”.
La siguiente noche llegó y Quevedo tras ver la nota junto a
la cruz, bien poco le importó el dichoso mensaje, nuevamente meó. Pero esta
vez, también le escribió una nota al pobre vecino respondiéndole “no se ponen
cruces donde se mea”.
Evacuar en la vía pública era algo habitual en el Madrid de
entonces, no solo lo practicaba Quevedo, los olores de algunas calles eran
insoportables por lo que los vecinos colocaban cruces y santos allí donde no
querían que orinasen. Hoy también es práctica habitual en nuestras ciudades,
sobre todo en las zonas del botellón, aunque eso de poner cruces no creo que
sea la solución.
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EL CALAMBUR
El calambur es un juego de palabras que, basándose en la
homonimia, en la paronimia o en la polisemia, consiste en modificar el
significado de una palabra o frase agrupando de distinta forma sus sílabas. Por
ejemplo: plátano es/plata no es.
El más famoso de la historia de la lengua española se
atribuye a Francisco de Quevedo, quien llamó "coja" a la reina doña
Isabel de Borbón, primera esposa de Felipe IV de España, tras apostar el pago
de una cena con sus colegas a que el propio Quevedo tenía el valor de decirle
dicho insulto a la cara.
Compró Quevedo dos ramos de flores: uno de claveles blancos
y otro de rosas rojas, y se presentó ante la reina en la plaza pública en la
que ésta se encontraba. Con una cortés reverencia, Quevedo extendió los brazos
ofreciéndole a la reina, Isabel de Borbón, los dos ramos de flores, uno sujeto
en cada mano. A continuación Quevedo recitó a la reina los dos versos que
harían que sus amigos le pagasen la cena de la apuesta. Y dijo así:
Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja. /
Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad es coja.
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