Tal día como hoy, 3 de julio, pero de 1431, en la Vega de Granada, Martín Cortés “El Viejo”, vecino de Don Benito y abuelo de Hernán Cortés, era armado solemnemente Caballero de la Espuela Dorada por el Rey Juan II .
En España se distinguían varias clases de Caballeros:
- Caballero de conquista: Era aquel a quien se repartían las tierras que ganaba.
- Caballero de alarde: El que tenía obligación de pasar muestra o revista a caballo.
- Caballero mesnadero: El descendiente de los jefes de mesnada, esto es, de cualquiera de las Compañías de gente de armas que servían bajo el mando del Rey, de algún ricohombre o magnate principal
- Caballero de premia: El que estaba obligado a mantener armas y caballo para ir a la guerra.
- Caballero cuantioso o de cuantía: El que tenía esa misma obligación por razón de sus haciendas, para acudir a la defensa de las costas y fronteras en Andalucía, cuando las acometían los moros.
- Caballero novel: El que llevaba el escudo en blanco y no tenía aún divisa, por no haberla ganado con las armas.
- Caballero pardo: El que, no siendo noble, sino hombre llano y pechero, alcanzaba privilegio del Rey para no pechar, teniendo armas y caballos a su costa.
- Caballero de Espuela dorada: El que, siendo hidalgo de nacimiento, era solemnemente armado caballero.
Estos últimos constituyeron la milicia áurea, la primera y
más principal clase de Caballería de los nobles de España. Cuando algún hidalgo
se distinguía en la guerra por sus acciones heroicas, se le premiaba armándole
caballero, para estimularle a nuevas empresas de valor y suscitar imitadores de
su noble ejemplo.
El agraciado velaba una noche las armas en la iglesia, u otro
lugar señalado, después de bañarse y lavarse la cabeza; oía devotamente misa
por la mañana, y luego el Rey u otro Caballero en su representación, le calzaba
las espuelas doradas, le ceñía una espada, y le hacía jurar estas tres cosas:
- La primera que non recele de morir por su ley si menester fuere.
- La segunda por su señor natural.
- La tercera por su tierra. y le daba una pescozada para que se acordase, diciéndole:
«Que Dios le guíe al su servicio y le deje cumplir lo que prometió».
Después de lo cual le daba el beso de paz y de hermandad,
haciendo, a continuación, lo mismo todos los demás caballeros presentes al
acto.
Fue, pues, y es de tanta estimación esta Caballería de
Espuela dorada, que no sólo se daba a los Hijosdalgo, a los Infanzones, a los
Titulados y Ricos-hombres de Castilla, más también a los Príncipes y Reyes.
FUENTES:
- Hernán Cortés. El fin de una leyenda, de Esteban Mira Caballos.
- Discursos de la Nobleza de España, de Bernabé Moreno de Vargas, Regidor perpetuo de la Ciudad de Mérida. 1795.
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