sábado, 16 de agosto de 2025

DON BENITO. LOS CAUTIVOS


Era el 23 de julio de 1921 cuando unas tropas españolas, mal pertrechadas y desmoralizadas, emprendieron una retirada desesperada a través del árido río Igán, en el norte de África. La batalla había sido brutal, y muchos de los soldados lograron salvar la vida gracias a la valiente protección de los 691 jinetes del Regimiento de Caballería Cazadores de Alcántara nº 14. Con coraje y determinación, estos caballeros lucharon con fiereza, cubriendo la retirada de sus compañeros en una acción heroica que quedaría marcada en la historia como parte del Desastre de Annual.

 

Monte Arruit. La Esfera, noviembre 1921. Biblioteca Virtual de la Prensa Histórica. 

El contingente español sufrió pérdidas devastadoras. La arena del desierto se tiñó de sangre y desesperanza, y solo unos pocos lograron llegar al refugio del fuerte en Monte Arruit, donde se refugiaron, esperando una ayuda desde Melilla que nunca llegó. La espera fue amarga y llena de incertidumbre.

 


Fotografía de Monte Arruit por Alfonso, publicada en La Esfera en noviembre de 1921


Pero la tragedia no terminó allí. En Monte Arruit, los rifeños, en una masacre que quedó grabada en la memoria de todos, asesinaron a unos 3.000 soldados españoles que se habían rendido.

 

 
Solo unos 60 lograron ser hechos prisioneros, entre ellos Pedro Pablo Cano, un joven soldado del regimiento mixto de Artillería, nacido en Almoharín (Cáceres) y que había sido reclutado en 1918.

 

 

 


Pedro Pablo, que en ese momento se encontraba destacado en Dar Drius, fue testigo de la brutalidad del enemigo. Cuando la posición fue evacuada, encontró a un moro, un antiguo amigo suyo, quien, mediante el pago de 20 duros, logró sacarlo de aquel infierno y llevarlo a su hogar en Segangan.

Desde allí, su destino se convirtió en una serie de desplazamientos: Kaddur, Ben Tieb, Azib de Midar y Beni Urriaguel, donde permaneció más de un año, dedicándose a labores agrícolas y al pastoreo, en un intento de sobrevivir en medio del caos.

 


 

Una noche, en un zoco bullicioso, Pedro Pablo rogó a un conocido moro que le ayudara a regresar a Melilla. 

Esa noche, con el corazón latiendo con fuerza y la esperanza renovada, Pedro Pablo se preparó para la fuga. Con sigilo, junto a su amigo moro, emprendieron un peligroso camino hacia Beni Tuzin y luego a Tafersit. La oscuridad de la noche cubría sus pasos, y cada sombra parecía esconder un peligro. Sin embargo, la determinación de regresar a su tierra era más fuerte que el miedo.

En Tafersit, varios policías indígenas los encontraron y, tras un interrogatorio, lo llevaron ante el comandante Federico Pita Espelosín, el interventor militar.

 

 

La tensión era palpable, y Pedro Pablo, con la voz temblorosa, relató su historia: había visto cómo mataron a un paisano suyo en Monte Arruit, cuya familia residía en Don Benito, una imagen que nunca lo abandonaría. La brutalidad de aquella masacre quedó grabada en su memoria, un peso que llevaría por siempre.

 


Cadáveres en Monte Arruit, 1921.  Fotografía Narciso Pérez de Guzmán el Bueno y Salabert.


Pero la historia de Pedro Pablo no era la única que resonaba en aquella tierra de conflictos y sacrificios. En Valencia de Alcántara (Cáceres), nació mi abuelo paterno, Juan Nevado Viera, que también fue cautivo en aquella guerra olvidada. Fue soldado del Regimiento 1º de Montaña.

 

 

 

La crueldad que sufrió como prisionero fue inhumana. A pesar de las terribles condiciones, logró escapar junto a varios compañeros, enfrentándose a la incertidumbre y al peligro en cada paso.

Durante la huida, se refugiaban en el interior de los zarzales, escondiéndose entre las ramas espinosas para evitar ser descubiertos. Solo cuando la noche caía, se atrevían a correr, guiados por la oscuridad que les brindaba un breve manto de protección. La terrible experiencia quedó grabada en su memoria, dejando secuelas que hoy reconoceríamos como trastorno por estrés postraumático, un peso que nunca pudo quitarse de encima.

Murió en 1926, a causa de un infarto, dejando tras de sí un legado de resistencia y sufrimiento.

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Por otro lado, mi abuelo materno, también natural de Valencia de Alcántara, pero residente en Don Benito. Eusebio Escudero Zamora, nacido en 1904, también participó en aquel conflicto. A la edad de 18 años ingresó en Regimiento de Infantería Gravelinas nº 41 (número que luce en el cuello) que estaba al mando del Tte. Coronel Zacarías García Luengo.

El Regimiento Gravelinas 41 fue creado en 1877 y disuelto en 1960.

En 1926, Eusebio ascendió a cabo de infantería y se licenció el 12 de julio de 1928 tras 6 años, 2 meses y 20 días de servicio.

Logró regresar sano y salvo, demostrando un valor que sería recordado en su familia. Otros no corrieron su misma suerte, como el dombenitense Juan Lozano García, soldado del Batallón Expedicionario, del Regimiento Castilla nº 16, muerto en combate el 2 de octubre de 1921, tan solo tenía 22 años.


Otro dombenitense que participó en aquella guerra olvidada de África fue Andrés Díaz Martín. Su nieto, Andrés Sánchez Díaz, nos aporta una fotografía inédita de su antepasado.

 

ANDRÉS DÍAZ MARTÍN. Foto restaurada por dovane63


De profesión porquero, cuidaba cerdos en una finca. Casado con María Casado Caballero y con domicilio en una casita que él mismo construyó, situada en la equina de la C/ Eduardo Dato con Moreno Nieto. Matrimonio del que nacieron tres hijas que quedarían huérfanas a muy temprana edad, ya que ambos fallecieron en un corto periodo de tiempo, años 39/40.

Apoyado en un macetero alto de estilo modernista y cigarro en la boca, viste uniforme de artillería, con sus emblemas en el cuello de la guerrera, pella metálica con boquilla sumada y flameante. Ostenta cordón trenzado pendiente del cuello.

Coronado por el típico gorro cuartelero, panadero o de cuartel, una prenda militar oficial, empleada por las tropas para ser llevada en los cuarteles (de ahí su nombre). Se le conoce también como gorro de panadero por su forma, que era similar al que llevaban los panaderos.

En su mano derecha sostiene un machete/bayoneta del Ejército Español modelo M1913 largo, de 52,5 cm de longitud total, diseñado principalmente para el fusil Mauser M1893, aunque es compatible con los posteriores M1916 y el fusil mauser M43 “Coruña”.

Ceñidor en blanco acharolado. Hebilla del Regimiento 2º de Artillería y polainas que cubren las piernas hasta la rodilla.


 



 

Cautivo de las cabilas del Rif también fue el dombenitense Juan Casado Morcillo, el que que años más tarde llegaría a ser Gobernador Civil de Badajoz durante la II República.

Alistado en 1922 en el Ejército, sirvió en el Regimiento de Infantería Sicilia nº 7 (la única Unidad del mundo que subsiste como tal de cuantas participaron en la Batalla de Lepanto)

Juan participó en campañas en África, específicamente en Larache y Bujandú. Durante su servicio, fue ascendido a Cabo y participó en numerosos combates contra el enemigo.

Fue capturado por las tropas de Abd el-Krim en Axdir (capital de la República del Rif entre 1921 y 1926, y cuartel general de las tropas rifeñas durante la guerra del Rif contra el protectorado español).

 

Abd el-Krim

 

A pesar de las penurias, Juan y sus compañeros lograron planear una audaz evasión y escaparon en la madrugada del 10 de enero de 1926, tras caminar durante tres días en estado lamentable, siempre en peligro de ser descubiertos por el enemigo alcanzaron las líneas españolas en Melilla. 

Posteriormente, fue ingresado en un hospital y, ya recuperado, regresó a su localidad natal. 

Su regreso a Don Benito fue recibido con orgullo y reconocimiento, y su relato sirvió para recordar a todos la importancia de la amistad, la esperanza y la lucha por la libertad en tiempos de adversidad. 

 


 PRISIONEROS ESPAÑOLES

 

Juan Casado sería fusilado en el año 1939 en el Castillo de la Encomienda dejando una huella imborrable en la memoria de quienes conocieron su historia y en la historia misma de un pueblo desgarrado por la Guerra Civil Española.

 


 

 
La historia de estos hombres es tan solo un fragmento de aquella guerra olvidada que dejó cicatrices imborrables en quienes la vivieron.


Busco familiares de dombenitenses que participaron en la Guerra del Rif (1911-1927) y que quieran contar su historia. Pueden dirigirse a: dovane63@gmail.com


FUENTES Y AGRADECIMIENTOS:

Real Academia de la Historia. 

Stewarts Military Antiques

Andrés Sánchez Díaz. 

LA REGION: DIARIO INDEPENDIENTE DON BENITO: Domingo 4 de febrero de 1923 

SOTO VALADÉS, Diego (1999): “Juan Casado Morcillo (1901-1939)” en Biografías dombenitenses (entre los siglos XIX-XX)

Juan Casado Morcillo. Gobernador Civil de Badajoz durante la II República, de Daniel Cortés González

INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA MILITAR. Rgto. Infantería “Sicilia” Nº 7

Extremadura en la Guerra de Marruecos  1921-27. Protagonistas. 30 noviembre 2021. Álvaro Meléndez Teodoro.

Anuario Militar de España. Año 1921

 

 


1 comentario:

  1. Buenos días Antonio, desde siempre me he interesado por el desastre de Annual de 1921, mi bisabuelo luchó en la de 1893 en Melilla contra los rífelos llegó a Capitán Froilán Perez Vega nacido en Navàs del Rey Valladolid tengo fotos y libros de aquellas contiendas 1893, 1909, 1921 las tres batallas más crueles que nuestros antepasados padecieron, gracias por tu artículo muy interesante

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