Recuerdo que la instalación del primer timbre eléctrico en mi casa, a finales de los años 70, fue todo un acontecimiento, estábamos deseando que llegara alguien y lo pulsara.
El receptor del timbre se colocó en el comedor, era una pequeña cajita de plástico cuyo sonido era agradable, aunque un poco retumbante.
La vieja puerta de madera de la calle, con postigo, se sustituyó por una de aluminio con cristal opaco texturizado, hasta ese momento había que llamar con los nudillos, aunque el postigo siempre estaba entreabierto y solo había que accionar la aldabilla para entrar.
Pocos años después se reemplazó la vieja instalación eléctrica de mi casa, y la corriente pasó de 125 v. a 220 v. Dijimos adiós a aquellos elevadores de corriente para el televisor y la vieja tele Inter en blanco y negro fue sustituida por una en color marca Grundig.
Mi padre pasó de afeitarse con la filomatic a hacerlo con maquinilla eléctrica y mi madre a hacer el gazpacho con la batidora minipimer.
La voz de estos timbres hace años que se apagó, ya nadie espera al otro lado, las casas se venden, a la espera de tiempos mejores.
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