viernes, 14 de septiembre de 2018

VENCEDOR EN 100 BATALLAS



14 de septiembre de 1852, castillo de Walmer en Inglaterra. En una pequeña y modesta habitación, sentado en su sillón, y después de servir durante 65 años a la corona, fallece una de las figuras más importantes de su siglo: Arthur Wellesley, I duque de Wellington.





Callad ahora. Que su fama brille en el silencio.

Dejad sobre las losas cuanto no sea admiración.

Y que en esta inmensa catedral repose.

Que Dios lo acepte y Cristo lo reciba.


Extracto de la Oda por la muerte del Duque de Wellington
de ALFRED TENNYSON



Máscara mortuoria del Duque de Wellington


El 6 de abril de 1812 Arthur Wellesley al mando del ejército aliado luso británico con unos 25.000 hombres dio la orden de asaltar la ciudad de Badajoz. 




El asedio a Badajoz duró 20 días. Durante el transcurso de la batalla y en menos de dos horas los atacantes sufrieron alrededor de 2.000 bajas que llevaron a Wellington a meditar su retirada. Pero un golpe de suerte lo cambió todo, la 3ª División inglesa conquistó la Alcazaba, que era un lugar estratégico. Los franceses antes de verse rodeados se retiraron al cercano Fuerte de San Cristóbal. La sangrienta batalla concluyó con 4.888 bajas aliadas, y 1.500 bajas y 3.500 prisioneros en el bando francés. 



Pero lo más vergonzoso vino después, las tropas aliadas tras darse al vino y la cerveza, comenzaron un largo saqueo en el que abusaron y asesinaron a gran parte de la población civil.

Según parece esto era algo habitual por parte de estas tropas, y así lo corrobora esta carta que adjunto en la que se nombra la ciudad de Badajoz, y que encontré investigando en la web de la librería del Congreso de los Estados Unidos de américa. 
 
Dicha carta iba dirigida al Sr. Josiah Meigs, y la firmaba nada más y nada menos que Thomas Jefferson, está fechada en Monticello el 18 de Septiembre de 1813 y dice algo así: 

Muy señor mío: Le doy las gracias por la información contenida en su carta del 25 de agosto, confieso que cuando he oído hablar de las atrocidades cometidas por las tropas inglesas en Hampton, yo no me lo creía, pero pruebas posteriores las han colocado fuera de toda duda. 

A ésta se ha agregado la información de otro trimestre que demuestra la violación de las mujeres a ser su práctica habitual en la guerra. 

El Sr. Hamilton, hijo de Alexander Hamilton, por supuesto, un federalista, y que estaba con el ejército británico en España declara que es su práctica constante, y que al tomar Badajoz, él mismo fue testigo ocular de estas atrocidades cometidas por estas tropas en las calles, y que los agentes no intentaron frenarlo.

 La información contenida en su carta demuestra que no es sólo una práctica reciente. Este es un rasgo de barbarie y fomento de crueldades salvajes. Este tratamiento brutal hacia los prisioneros de guerra, yo no lo había asociado al carácter británico. Estoy feliz de saber que usted y los miembros de su familia gozan de buena salud, reciba el testimonio de mi gran estima y respeto. 




Un historiador comentó una vez: 

“El ardor guerrillero español no derrotó a los franceses y liberó España de las ideas revolucionarias y anticatólicas importadas de Francia. La triste realidad, es que España era incapaz de liberarse sola y si se liberó del dominio francés fue gracias a la intervención británica”.

Los ejércitos ingleses no eran ni mejor, ni peor que los franceses, ni que los propios ejércitos españoles. Todos cometieron tropelías.



Wellington fue una de las figuras clave en la Guerra de Independencia Española, comandó las fuerzas aliadas y derrotó al ejército francés en las batallas de Lisboa, Talavera, Ciudad Rodrigo y Arapiles, logrando finalmente expulsar al ejército napoleónico de España.








jueves, 13 de septiembre de 2018

EL PERRO DEL INFIERNO



El 13 de septiembre de 1584, se puso su última piedra, tras 22 años de trabajos de una titánica construcción, considerada una de la maravillas del mundo, el monasterio de San Lorenzo de El Escorial (España).


Con una planta rectangular de 206 por 261 metros, en el edificio hay 86 escaleras, 1.200 puertas y 2.673 ventanas y, según Fray Antonio de Villaastín, el jerónimo que fue celador y maestro de obras del monasterio, hasta ese momento había costado tres millones de ducados. Felipe II trasladó allí su residencia y allí moriría el 13 de septiembre de 1598. Mecenas de las artes, coleccionista, protector de literatos y científicos, la compleja personalidad de Felipe II sigue siendo hoy en día objeto de controversia histórica. Profundamente religioso, obsesionado por la herejía y celoso defensor de sus prerrogativas frente a Roma, Felipe II fue un intransigente guardián del credo católico en Europa. Por todo esto fue llamado “Martillo de herejes”.



Sus constructores y arquitectos erigieron este monasterio siguiendo un plan y con un fin determinado: edificar un talismán en piedra, a imagen y semejanza del Templo de Salomón, para luchar contras las fuerzas malignas y tapar una de las denominadas “bocas del infiero”. Se cuenta que un misterioso perro negro aterrorizaba a los obreros por las noches, obstaculizando las obras. Se dice que era un perro infernal y que protegía el lugar. 




En la noche del 21 de junio 1577, mientras los frailes rezaban maitines. El aullido del perro negro era tan fuerte que tuvieron que interrumpir los rezos. El padre Villacastín y otros tres monjes salieron a buscarlo y consiguieron atraparlo, resolviendo el misterio, pues al parecer se trataba de un perro que se le había perdido al marqués de las Navas. Sin embargo, el perro negro fue ajusticiado, para acallar los rumores, durante meses permaneció colgado de uno de los arcos del claustro grande, donde todo el mundo podía verlo. Cuando Felipe II regresó definitivamente a El Escorial para morir, desde su lecho de muerte, acompañado de multitud de reliquias de santos, entre los años 1569 y 1599 llegó a acumular cerca de 800 piezas. Su colección se hizo famosa en toda la cristiandad, llegándose a afirmar que poseía reliquias de la práctica totalidad de todos los santos que integraban el santoral. De nada le sirvieron estas reliquias pues siguió oyendo los ladridos de ese perro infernal, que ya había sido sacrificado hacía años.



No sabemos si es cierto, pero Ricardo Sepúlveda contaba en sus crónicas que hay quien afirma haber visto al perro negro husmeando por los contornos del Monasterio en épocas señaladas de la vida del Monarca y en el fallecimiento del mismo rey, también se le ha visto cuando llegó al Panteón de los Reyes el cadáver de Fernando VII.



viernes, 7 de septiembre de 2018

DON BENITO, 7 SEPTIEMBRE DE 1601




Le sean dados 200 azotes, saliese desterrado del lugar de Don Benito por tiempo de seis años precisos y que no los quebrantase o cumpliría tres de ellos en las galeras de S.M. al remo y sin sueldo.

Las visitas inquisitoriales a Don Benito (Condado de Medellín) se hacían todos los años, duraban entre 4 y 6 meses. 



En un libro del Archivo Histórico Nacional, en la sección de la Inquisición se puede leer:

"Tres o cuatro días antes, hay que enviar hacer el aposento al inquisidor; el mensajero debe llevar cédula de aposento y una carta para el corregidor. Las posadas han de ser casas de cristianos viejos; y suficientemente espaciosas, pues, además del aposento de su servicio, han de tener una sala secreta y apartada para poder recibir los testigos y levantar acta de sus declaraciones. Se mire, advierte las ordenanzas, que la casa no esté en lugar muy público, porque puedan entrar los que quisieren testificar sin ser vistos o sin dar muy en ojo a la curiosidad del vecindario” 




Durante el año1601 se celebró un auto de fe contra una persona de Don Benito y otros herejes de otras poblaciones extremeñas.

El domingo 7 de septiembre de 1601 se celebró dicho auto de fe en la plaza de Santa María de la Granada de Llerena. Juan Rodríguez. "Trabajador natural y vecino de Don Benito, Condado de Medellín, de 33 años de edad, fue testificado por tres testigos varones de que el reo había dicho porque llovía mucho, "por vida de Dios que nos quiere Dios joder a todos con agua‟. 



Los testigos le reprendieron y porfiando con ellos les dijo:

"voto a Dios que lo que yo digo es verdad, y quién otra cosa dijere aunque sea Dios quien lo dijese mentiría‟.

Se calificó por blasfemia heretical, y uno de los calificadores de la Inquisición dice que es manifiesta herejía decir "que Dios puede mentir‟, y estándose haciéndose esta información vino el reo a deferirse y confesó lo mismo que los testigos deponen. Por ser estas blasfemias tan grandes fue mandado prender y recluir a espera de hacer su causa, en el discurso de ella enmendó la primera parte de su confesión. 

Dijo que no se acordaba haber dicho "que Dios los quería joder con agua sino, que uno de los testigos con quién se había aconsejado le dijo, que bien lo podía confesar porque ciertamente lo había dicho‟. 

En las preguntas y repreguntas que se le hicieron sobre la creencia e intención dijo, "que nunca creyó ni tuvo creencia de que Dios hiciese actos carnales ni que podía mentir y que lo dijo sin saber lo que decía‟.

Alegó ciertas defensas que no le relevaron, y con acuerdo y parecer de su letrado concluyó definitivamente su causa que vista en consulta de fe con el ordinario se dictó su condena. Siendo votado a que saliese en auto público de fe en forma de penitente con una soga al cuello y una mordaza a la boca, abjurase de Levi y le sean dados 200 azotes, saliese desterrado del lugar de Don Benito por tiempo de seis años precisos y que no los quebrantase o cumpliría tres de ellos en las galeras de S.M. al remo y sin sueldo.



Estos otros procesos inquisitoriales que se describen, se recogen en un libro del extraordinario investigador extremeño Fermín Mayorga Huertas. Uno sobre un vecino de Don Benito y otro sobre una morisca de Medellín, cuyo único pecado cometido fue poner de manifiesto un pensamiento diferente al establecido, como bien dice Fermín, al que desde aquí mando un afectuoso saludo.



El bachiller Juan López. Natural del lugar de Don Benito de 26 años de edad, estando en Salamanca el año de 1591 estudiando se fue a delatar ante el Inquisidor Salcedo de Morales que estaba allí visitando. Se le acusa de haber dicho "que la simple fornicación no era pecado mortal”, y que reprendiéndole uno de los que estaban presentes lo que había dicho replicó como dos o tres veces, “que no era pecado mortal‟.


El año pasado de 1600 fue testificado en este Santo Oficio de lo dicho por cuatro testigos varones, se hizo su causa y confesó lo testificado y ser lo mismo que contenía su propia delación. Conclusa su causa fue votado a que en la sala de la audiencia de este Santo Oficio fuese reprendido y advertido para adelante, abjurase de Levi y pagase 10.000 maravedíes para gastos extraordinarios de este Santo Oficio.



Catalina De Zafra. Morisca vecina de Medellín de 50 años de edad, "fue presa por haber siso mora con creencia e intención, se hizo con ella su causa y en la primera audiencia confesó lo testificado y otras cosas que hacían grandes indicios contra ella. Negaba la intención y perseveraba en esta negativa, concluyó su causa y se votó a tormento y mientras se le estaba dando en el mismo declaró de sí cosas que agravaban más su culpa. Durante el tormento reveló su apostasía, y en consulta fue votada a que salga a auto público de fe con sambenito y coroza, fuese admitida a reconciliación llevando hábito de por vida y condenada a cárcel a perpetuidad".


En julio de 1834, S.M. María Cristina reina de España, pone fin mediante un decreto a la existencia del Tribunal de la Santa Inquisición.


Fuente: Los ensambenitados de Don Benito y Medellín, del extraordinario investigador extremeño Fermín Mayorga Huertas (os lo recomiendo).