miércoles, 5 de febrero de 2020

1827 SANTA AMALIA



La vecina población de Santa Amalia fue fundada en el año 1827 por un grupo de agricultores de Don Benito, Medellín y Montánchez, encabezados por el dombenitense Antonio López que reclamaron al rey tierras para su cultivo, le debe su denominación a la gentileza de la esposa de Fernando VII que otorgó su consentimiento para que el nuevo pueblo llevara su nombre.


Tal vez después de leer este artículo entenderemos lo de “Santa”.

Con el sobrenombre de “la reina asustada” ha pasado a la historia (no me extraña nada, pobrecilla) la tercera esposa de Fernando VII, rey de España. Su nombre completo era: Maria Josepha Beatrix de Amalia Xaveria Aloysia de Tafalla Franziska de Paula Franziska de Chantal Ana Apolonia Johanna Nepomucena Walburga Theresia Ambrosia de Saxony, más conocida por: María Josefa Amalia de Sajonia. 

Amalia de Sajonia


Vino a este mundo en Alemania, concretamente en la capital del estado de Sajonia, Dresde, un 7 de diciembre de 1803, era la más pequeña de los 7 hijos del príncipe Maximiliano de Sajonia y Carolina de Parma.

Cuando tan solo contaba con 3 años de edad, murió su madre y fue enviada a un convento donde sería criada y educada por las monjas, no saldría de este lugar hasta 1819 para casarse con su tío, el rey de España que buscaba descendencia tras quedarse viudo. Sería su tercera esposa pues antes había estado casado con María Antonia de Nápoles y María Isabel de Braganza, la infanta de Portugal.

Era casi una niña, muy hermosa y rubia de ojos intensamente azules, el rey se enamoró perdidamente de ella nada más verla. El 20 octubre 1819 se casaron, ella una inocente, que no había salido nunca del convento, no sabía nada de la vida ni del amor, su marido… era conocido en los burdeles de Madrid como “Hércules”, padecía macrosomía genital, es decir, las dimensiones de su miembro viril eran descomunales, un famoso escritor describiría en miembro del rey de esta manera:

“Fino como una barra de lacre en la base, y tan gordo como el puño en su extremidad; además, tan largo como un taco de billar”.



Ya os podéis imaginar el resultado de la noche de bodas, dicen que ella al ver semejante “hortaliza” se lo hizo todo encima.

Se cuenta que el rey a poco de haber entrado en la regia alcoba, salió de ella más que deprisa, en paños muy menores, echando pestes y apestando a demonios. 


FERNANDO VII


Amalia no quiso saber nada de tener relaciones con su marido, alegando que era pecado, capellanes y clérigos trataron de convencerla sin éxito. El mismo rey escribió al Papa Pio VII pidiendo la nulidad de su matrimonio y éste la dirigió una carta para que consumara su matrimonio, indicándola que lo que debía hacer con su marido estaba “bendecido por la Santa Madre Iglesia y no era pecado”.

No tuvieron hijos durante los 9 años que duro su matrimonio hasta su muerte en 1829, según parece por unas fiebres. Se dedicó esta piadosa dama, durante su breve reinado, en cuerpo y alma a la poesía y a las obras de caridad, unos de los muchos versos que compuso dicen así:

La aguja con paso igual, corre el tiempo señalando, del placer el fin marcando, de la tristeza y el mal. Pero cuando cada cual coja de su vida el fruto cien siglos de gozo o luto pasarán y muchos más, sin que parezca jamás que ha pasado ni un minuto.

El rey volvería a casarse con otra sobrina suya, María Cristina de las Dos Sicilias, quien finalmente le daría el ansiado heredero, en este caso heredera, Isabel II.

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