sábado, 14 de septiembre de 2019

QUEVEDO


 

14 de septiembre de 1580, nace en Madrid uno de los más importantes e ingeniososo escritores del Siglo de Oro, destacó como narrador de la Historia de España y por su poesía de carácter satírico, su nombre: Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos


QUEVEDO Y EL PEDO

Se dice de Quevedo que cuando iba acompañando al rey una tarde y mientras subían unas escaleras de palacio, se le desató el zapato. Y al atárselo, como se le puso el culo en pompa, le dio el rey un manotazo en el culo para que siguiera, y Quevedo se tiró un pedo.
Y va y le dice el rey:

– ¡Hombre, Quevedo...!
Y Quevedo contestó:
– Hombre, ¿a qué puerta llamará el rey que no le abran?"



La misma anécdota aparece ya recogida en el siglo XVI en una colección de cuentos de tradición oral titulada "El sobremesa y alivio de caminantes" (1569), del escritor y editor valenciano Joan Timoneda:

Subía un truhan delante de un rey de Castilla por una escalera y, parándose el truhan a estirarse el borzeguín, tuvo necesidad el rey de darle con la mano en las nalgas para que caminase.
El truhan, como le dio, echó se un pedo. Y tratándolo el rey de bellaco, respondió el truhan:

“¡A qué puerta llamara vuestra Alteza, que no le respondieran!”

QUEVEDO Y EL CODO

Esta calle de Madrid (España) recibió este nombre por su forma, similar a un brazo doblado, y no fue la única. Existió la calle del Codo a San Pedro (actual Travesía del Nuncio), la calle del Codo a la de los Preciados (hoy Callejón de Preciados), hubo bastantes calles del Codo y del Recodo… De la que hablamos es de la que conecta la plazuela del Conde de Miranda con la Plaza de la Villa, se dice que en ella todavía podemos respirar la auténtica esencia del Madrid de los Austrias.




Cuentan que éste parece que fue uno de los lugares favoritos del magistral Francisco Quevedo ya que era su meadero particular antes de llegar a su casa tras sus animadas veladas por las calles y tabernas de Madrid. Se dice que todas las noches vaciaba su depósito en la misma esquina, noche tras noche.
Un vecino que mañana tras mañana se levantaba contemplando la mancha de humedad dejada por Quevedo en la puerta de su casa y cansado de las meadas de Quevedo decidió instalar una cruz en el sitio.

La noche llegó, con ella, la orinó por completo, se puede decir que la utilizó como punto de mira. A la mañana siguiente el vecino se llevó una gran decepción y desilusión por lo que junto a la cruz dejó una nota que decía “no se mea donde hay cruces”.





La siguiente noche llegó y Quevedo tras ver la nota junto a la cruz, bien poco le importó el dichoso mensaje, nuevamente meó. Pero esta vez, también le escribió una nota al pobre vecino respondiéndole “no se ponen cruces donde se mea”.


Evacuar en la vía pública era algo habitual en el Madrid de entonces, no solo lo practicaba Quevedo, los olores de algunas calles eran insoportables por lo que los vecinos colocaban cruces y santos allí donde no querían que orinasen. Hoy también es práctica habitual en nuestras ciudades, sobre todo en las zonas del botellón, aunque eso de poner cruces no creo que sea la solución.
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EL CALAMBUR

El calambur es un juego de palabras que, basándose en la homonimia, en la paronimia o en la polisemia, consiste en modificar el significado de una palabra o frase agrupando de distinta forma sus sílabas. Por ejemplo: plátano es/plata no es.



El más famoso de la historia de la lengua española se atribuye a Francisco de Quevedo, quien llamó "coja" a la reina doña Isabel de Borbón, primera esposa de Felipe IV de España, tras apostar el pago de una cena con sus colegas a que el propio Quevedo tenía el valor de decirle dicho insulto a la cara.



Compró Quevedo dos ramos de flores: uno de claveles blancos y otro de rosas rojas, y se presentó ante la reina en la plaza pública en la que ésta se encontraba. Con una cortés reverencia, Quevedo extendió los brazos ofreciéndole a la reina, Isabel de Borbón, los dos ramos de flores, uno sujeto en cada mano. A continuación Quevedo recitó a la reina los dos versos que harían que sus amigos le pagasen la cena de la apuesta. Y dijo así:

Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja. / Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad es coja.




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