SANTA CECILIA
En la excursión de ese día, desgraciadamente, nos quedamos con las ganas de entrar en esta iglesia pues estaba cerrada, aunque supongo que tú como Metellinense la habrás visitado en numerosas ocasiones.
Este
espectacular templo data del siglo XVI, las obras de construcción no se
pudieron concluir adecuadamente, quedando parte de las cubiertas y la fachada
de los pies inacabadas, se interrumpe bruscamente el edificio, advirtiéndose
que inicialmente se proyectó más largo, esto lo pudimos comprobar desde fuera
del templo.
A escasos metros, se levantó una modesta torre con remate
piramidal, prácticamente igual en su diseño a la de la iglesia de la vecina Don
Llorente. Para poder ver su interior tuve que volver a desplazarme a Medellín, no pude contar con tu compañía, pero te diré que me
encontré a tu hermana Rocío que estaba preparándose para la Confirmación, así
que ya sé que tú estabas en el campo con tu padre jugando a la pelota. El
interior es también espectacular, además de la gran nave central, existen dos
capillas y una sacristía.
La nave tiene bóvedas diferentes en cada uno de sus tramos:
en la cabecera se cubre con bóveda de crucería con terceletes, son cada uno de
los nervios que vemos en la bóveda; el tramo siguiente presenta una bóveda de
crucería con terceletes rematados por florones. A los pies del templo hay una
pequeña capilla también con bóveda de crucería donde hay una gran pila
bautismal, que puede ser del siglo XVI.
Me llamó la atención la gran cantidad de imágenes que hay. Casi todas son modernas pues las originales,
desgraciadamente, fueron destruidas en la Guerra Civil del siglo pasado, nos
asombramos por lo que sucede actualmente en oriente con la destrucción de
patrimonio, pero no hace tantos años, aquí sucedía lo mismo.
Manuel, dijo una vez un tal Albert Einstein que sólo hay 2
cosas infinitas, el Universo y la estupidez humana, pero no estaba muy seguro
de la primera, de la segunda puedes observar cómo nos destruimos solo por
demostrar quién puede más.
LAS ESCARAGUAITAS
Desde la primera vez que accedí (hace ya más años de los que
tú, amigo Manuel, tienes) al recinto interior de esta fortaleza, llamaron mi
atención estas torrecillas cilíndricas que sobresalen del muro que divide al
castillo, llamado muro o muralla de diafragma. Este muro divide el interior del
patio de armas en dos, su fin era facilitar su defensa, al mismo tiempo
permitir la circulación de los defensores desde lo alto y desde el interior por
el pasillo que posee y que vemos en las fotos, uniendo así las dos torres
principales del recinto y aislando las zonas vitales del castillo, como: la
torre el homenaje, las cisternas… También servía para separar a la población y
el ganado, cuando tenían que refugiarse dentro de sus muros de las tropas que
formaban en núcleo defensivo de esta formidable fortificación.
Estas torrecillas tienen el gracioso nombre de escaraguaitas
y desde ellas se podía hostigar al enemigo en caso de asalto, son las
antecesoras de las garitas de vigilancia, aunque con el tiempo este tipo de
construcciones adquirieron un valor predominantemente decorativo, asociado a la
construcción de casas palaciegas.
Este castillo posee cuatro y se alzan majestuosas dos a cada
lado del citado muro de diafragma. En una de ellas se puede ver una ampliación
en hormigón con una abertura o tronera de la época de la Guerra Civil que tenía
como objetivo cubrir la puerta de acceso al castillo.
Cada piedra de este castillo tenía un fin o un propósito
Manuel, no estaban puestas al azar o por mero capricho y nos dan una idea del
alarde constructivo de tus paisanos del siglo XV. Revelan la historia de su
construcción: sus inicios, sus ampliaciones, su refinamiento o su decadencia.
Estas piedras hablan Manuel, solo hay que prestarlas de vez en cuando un
poquito de atención, oír sus lamentos en forma de tenue susurro y no dejar que
se echen a perder, tenemos la obligación de mantener este legado para las
generaciones venideras y recordar con respeto a sus constructores y a su
historia.
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