LOS OMEYAS
Aparte del aljibe de época árabe que vimos en nuestra
anterior aventura, nos fascinó ver un muro en la zona septentrional del
castillo, la que da al rio Guadiana, con técnicas constructivas claramente
reconocibles como de época Omeya.
En esta técnica constructiva las piezas se aparejan de forma
desordenada, a soga y tizón, todas las piezas son recalzadas mediante
abundantes ripios y fragmentos de pizarra y rodeados de anchas bandas de
mortero de cal que las hacen muy identificables (zona señalada en amarillo en
la foto). Otro pequeño detalle en que fijarse cuando visitemos este tipo de
fortalezas. Las grandes piezas o sillares se dice que proceden de la antigua
Metellinum romana. Muros trabajados de igual manera los podemos ver en el
castillo de Trujillo y en Toledo.
Qué maravilla tuvo que ser esta fortaleza antes de su
conquista por Fernando III en el año 1234. Decía el gran Julio Verne que todo
lo que una persona puede imaginar, otros pueden hacerlo realidad. Hasta que no
inventen la máquina del tiempo no lo podremos ver Manuel, tan solo imaginar,
pero de eso, de imaginación… estamos tu y yo sobraos.
El Califato Omeya fue el segundo de los cuatro principales
califatos islámicos establecidos después de la muerte de Mahoma (entre 661 y
750).
LA ALBERCA
Una de las cosas más importantes con las que contaba este
castillo, aparte de sus fuertes y sólidos muros, era el abastecimiento de agua limpia,
esto suponía que pudiera soportar largos asedios. Aparte del aljibe almohade
que comentamos recientemente, junto a la torre septentrional hay una gran
alberca ahondada en el suelo de forma rectangular que Manuel bautizó como “la
piscina” y se dice que se utilizó como depósito supletorio.
También vimos otro aljibe subterráneo que se sitúa bajo las
ruinas de la Iglesia de Santa María del Castillo. Su planta es también, como la
de la alberca, de forma rectangular, mide 9,16 x 2,63 m. y 4,25 m. de altura.
La cubierta es una bóveda de cañón realizada con ladrillos macizos trabados con
argamasa de cal y arena. Sus paredes están recubiertas con una primera capa de
un enlucido blanco, la cual servía para que se fijara mejor la capa final de
almagra, que le daba ese color rojo tan característico.
He de decirte Manuel que en época medieval un método de
castigo para los malhechores (los malos) era zambullirlos en la alberca
sentados en un taburete hasta que se ahogaban, quién sabe si esta que visitamos
no pudo ser utilizada, entre otras cosas, para ese terrible propósito.
CONTINUARÁ
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