viernes, 3 de noviembre de 2017

EL PATRON UNIVERSAL DE LA PAZ





3 de noviembre de 1639, toda la ciudad de Lima (Perú) llora conmocionada por la muerte de un monje, un hombre nacido esclavo, pero posteriormente liberado, un hombre santo, trabajador infatigable al servicio de los más pobres, su nombre: Martín de Porres Velázquez, más conocido como Fray Escoba.


Recuerdo que, hace ya muchos años, en casa teníamos una carterita de plástico con una reliquia de este Santo tan querido, lástima que se perdiera.


Martín de Porres nació en Lima, Perú, el 9 de diciembre de 1579. Su padre era un conquistador español llamado Don Juan de Porres y su madre era una esclava liberada de Panamá, de ascendencia africana llamada Ana Velázquez. Al ver que el niño tenía rasgos africanos en lugar de europeos, Don Juan se negó a reconocer su paternidad y el niño fue bautizado con una anotación en el certificado bautismal que decía "padre desconocido”. Fue criado por su madre en condiciones de extrema pobreza junto a lo más bajo de la sociedad colonial española de la época.

Cama de San Martín.

Las historias de la generosidad de Martín se empiezan a contar desde su más tierna infancia, una de ellas dice que enviado por su madre al mercado, a menudo regalaba el contenido de su cesta a las personas sin hogar antes de llegar a casa. Don Juan de Porres finalmente reconoció a Martín cuando éste tenía ocho años. Ana Velázquez procuró darle una educación más allá del mero nivel de subsistencia y cuando Martín contaba 12 años ya era aprendiz de barbero, una profesión que en la sociedad del siglo XVI involucraba mucho más que cortar el pelo, aprendió rudimentarios conocimientos de cirugía, administrar remedios a base de hierbas, curar heridas y extraer sangre, algo que se pensaba que era curativo por aquel tiempo.

Cráneo de San Martín.

A los 15 años, Martín decidió dedicarse a la vida religiosa y solicitó ingresar en el Convento del Rosario en Lima, un monasterio dominicano, las restricciones raciales dictaban que se le otorgara el puesto de "terciario" o ayudante laico, lo cual él aceptó con entusiasmo. Las leyes indicaban que los indios, los negros y sus descendientes no podían hacer profesión en cualquier orden religiosa, ya que eran razas que tenían poca formación hasta ese momento. Martín ejercitó sus habilidades médicas en la enfermería del monasterio y a menudo se le otorgaban las tareas más básicas del monasterio, como limpiar, cocinar y lavar la ropa.


Se dice que a veces se rodeaba de una luz brillante cuando rezaba y que incluso levitaba, también que tenía el don de la bilocación (estar en dos lugares a la vez). Los pacientes bajo su cuidado hablaron en varias ocasiones de haberle visto atravesando puertas cerradas con llave.

Reconstrucción del verdadero rostro de San Martín a partir de su cráneo.

La historia más famosa relacionada con Martín tuvo que ver con un grupo de ratones que infestaban el monasterio. Martín acabó con los planes de los otros monjes para echar veneno a los ratones. Un día cogió un ratón y dijo: 

"Hermanito, ¿por qué usted y sus compañeros están haciendo tanto daño a las cosas que pertenecen a los enfermos? Mira, no te mataré, pero debes reunir a todos tus amigos y llevarlos al otro extremo del jardín y todos los días os llevaré comida”. 


Tanto los ratones como Martín cumplieron su palabra. Martín amaba a los animales de todo tipo y parecía tener habilidades inusuales para comunicarse con ellos. Aplicaba sus habilidades médicas al tratamiento de un perro herido que se encontraba deambulando por las calles con la misma energía que dedicaba a un humano.

Las pinturas de Martín a menudo lo representaban con un ratón, un perro o un gato, o a veces con una escoba, que simboliza su devoción por las tareas cotidianas.

En cierta ocasión una persona enferma de la calle, casi desnuda y cubierta de llagas abiertas, fue llevada por Martín a su propia cama en el monasterio. Un compañero monje se horrorizó, pero Martín respondió: 

"La compasión, mi querido hermano, es preferible a la limpieza. Piensa que con un poco de jabón puedo fácilmente limpia mis colchas, pero incluso con un torrente de lágrimas nunca borraría de mi alma la mancha que crearía mi indiferencia hacia los desafortunados".

Trató a las víctimas de la peste bubónica sin importarle si eran blancas, negras o nativas, un día llevó a un indio herido al monasterio para recibir tratamiento, aunque el administrador superior había prohibido la admisión de los enfermos debido al temor de contagio. Cuando le dieron una reprimenda por desobediencia, Martín respondió: 

"Perdonad mi error, y por favor dadme instrucciones, porque no sabía que el precepto de la obediencia tenía prioridad sobre el de la caridad".

Se decía que tenía una habilidad milagrosa para saber si un paciente se recuperaría o no. Algunas veces enviaba personas enfermas o animales a la casa de su hermana Juana cuando las instalaciones del monasterio estaban llenas.


Martín murió de fiebre en Lima el 3 de noviembre de 1639, a la edad de 60 años. A pesar de su fama en toda América Latina, el reconocimiento de la iglesia católica fue lento y hasta el año 1837 no fue beatificado, siendo canonizado como santo por el Papa Juan XXIII el 6 de mayo de 1962.


ORACIÓN PARA PEDIR UN FAVOR  A SAN MARTIN

En esta necesidad y pena que me agobia acudo a ti, mi protector San Martín de Porres.


Quiero sentir tu poderosa intercesión. Tú, que viviste sólo para Dios y para tus hermanos, que tan solícito fuiste en socorrer a los necesitados, escucha a quienes admiramos tus virtudes.


Confío en tu poderoso valimiento para que, intercediendo ante el Dios de bondad, me sean perdonados mis pecados y me vea libre de males y desgracias.


Alcánzame tu espíritu de caridad y servicio para que amorosamente te sirva entregado a mis hermanos y a hacer el bien.


Padre celestial, por los méritos de tu fiel siervo San Martín, ayúdame en mis problemas y no permitas que quede confundida mi esperanza.


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