sábado, 21 de agosto de 2021

EL COGUTO, UN BANDOLERO DE MEDELLÍN


En Extremadura cuando hablamos de coguto, nos referimos al macho de la cogujada o coguta, una especie de alondra con un gracioso copete de plumas eréctil, que es el que le da nombre.

Pero no vamos a hablar de pájaros que vuelan, sino de aquellos “pájaros” a quienes por sus condiciones hay que tratarlos con mucha cautela.


LA COGUTA - Foto: Carlos Señor


El siglo XIX en España fue una época convulsa, muchos de estos "pájaros" tuvieron un terrible fin, el garrote.

Uno de ellos fue el sacerdote Martín Merino Gómez que atentó contra la vida de la joven reina de España, Isabel II, la pena capital le fue administrada en Madrid el 7 de febrero de 1852.

 


 
EL GARROTE VIL
 

Desde el año 1812, el garrote había ido sustituyendo a la horca como modo de ejecución.

Se distinguían tres categorías:

- Garrote ordinario para el estado llano.

- Garrote noble para los hijosdalgo.

- Garrote vil para delitos infamantes, sin distinción.

La diferencia estaba en el modo, más o menos humillante, de llegar al patíbulo y en la ornamentación de este. Consistía en ejecutar al reo comprimiéndole la garganta con una soga retorcida con un palo, con un aro metálico u oprimiéndole la nuca con un tornillo. 

Hace Menos de 50 años, concretamente en 1974, se realizaron las últimas ejecuciones por este método en España, los ejecutados fueron el anarquista Salvador Puig Antich y Heinz Chez. 

 

 

Estuvo vigente desde 1820 hasta la total abolición de la pena de muerte al aprobarse la Constitución en 1978. 

En Don Benito las ejecuciones más sonadas por garrote vil se realizaron el 5 de abril de 1905, los ajusticiados fueron Carlos García de Paredes y Campuzano y Ramón Martín de Castejón, declarados culpables de los asesinatos de Catalina Barragán y su hija Inés María Calderón Barragán, el famoso “Crimen de Don Benito”.

 


 

En Villanueva de la Serena las ejecuciones se realizaban en lo que hoy se conoce como Plaza de los Conquistadores, antiguamente denominada como La Laguna, uno de los espacios más amplios de la ciudad. Era uno de los escenarios malditos del espectáculo de la muerte, y allí se reunían cientos de ciudadanos para ver los ajusticiamientos. 

 


 

EL APRESAMIENTO DE LA CUADRILLA

 

En 1850 el destacamento de la Guardia Civil, acantonado en Puebla de Alcocer, al mando del teniente D. Vicente Pizarro y Cepa, había capturado al famoso bandolero Salustiano Seco en la Huerta de las Navas, a media legua de Cabeza del Buey (Badajoz). Fue sorprendido por tres guardias disfrazados de cazadores y no tuvo otro remedio que entregarse.

También fue detenida junto a él Vicenta Nieto, alias la Candela, para que el consejo de guerra le impusiera un severo castigo. Esta mujer, astuta y sagaz, era la manceba del Salustiano y, que según se cuenta, había llevado una vida corrompida y licenciosa.

Los juzgados de primera instancia de Villanueva, Llerena, Almadén, y Puebla de Alcocer, se disputaron la codiciada presa, porque en todos tenía causas abiertas por distintos delitos, pero logró evadirse antes de ser juzgado.

 

Segunda mitad del año 1852

 

Con gran alboroto entraron en Villanueva de la Serena, escoltados por fuerzas del Noveno Tercio de la Guardia Civil y del Regimiento de La Albuera, varios bandoleros transportados en un carro, llevaban esposas y grillos de candado. Uno de ellos es Salustiano Seco.

Fueron capturados gracias a la pericia de los tenientes de la Benemérita D. Pedro Sánchez y D. Vicente Pizarro y Cepa. Los otros dos bandidos eran Rafael Sánchez Bendito (alias Coguto) y Antonio Guisado, condenados por el consejo de guerra de la provincia como ladrones en cuadrilla a sufrir la pena de garrote, el primero en la villa de Castuera, y los dos últimos en Villanueva de la Serena, de resultas del rapto y robo al exdiputado a Cortes D. Antonio Fernández Daza, vecino que fue de Cabeza del Buey, de donde era natural Salustiano. Fueron presos estos bandidos en el vecino, por aquel entonces, reino de Portugal, tras haber sembrado durante años el terror en los pueblos de la Serena.

 


 

 

EL COGUTO 

 

“El Coguto” era natural de la patria del conquistador Hernán Cortés, de Medellín. Las primeras referencias sobre este bandolero dicen que allí se hallaba, a sus 18 años, sirviendo de espolique (es decir, de mozo que camina junto a la caballería en que va su amo) a una familia de nobles antecedentes.

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CASTILLO DE MEDELLIN
Fotografía extraída del libro: EXTREMADURA (CÁCERES Y BADAJOZ). Col. España: Sus monumentos y artes, su naturaleza e historia. Autor: DÍAZ Y PÉREZ NICOLÁS.
Editor: Daniel Cortezo y Ca. Establecimiento Tipográfico Arte y Letras. Barcelona 1887.
Imágenes: Fotograbados de Joarizti y Mariezcurrena y cromos de Xumetra.

 

Era un joven de buenas cualidades, y decían que hasta guapo. Tras servir como espolique, poco tiempo después, fue ascendido a la categoría de mozo de mulas y un año más tarde se echó al monte. Se dice que sin transiciones bruscas ni antecedentes turbulentos, pero según leyendas populares la principal causa fue el amor por una mujer.



Este bandolero encajaba a la perfección dentro del tipo de héroe romántico que la literatura y el cine nos han trasmitido a lo largo de los años y, según viejas historias de chimenea, la causa de su transición al otro lado de la ley se debió a una felonía, tras seducir a la mujer de un poderoso de la época, lo que desembocaría en la firma de su sentencia de muerte.

 

Dovane siguiendo los pasos de los bandoleros por el antiguo Camino Real. Foto: Carlos Señor

 

En numerosas ocasiones asaltó en el Camino Real, una de las principales vías de transporte que existían en Extremadura durante el siglo XIX, por el sitio denominado “Puente de Fresneda” y el bajo llamado “El Confesionario”, multitud de diligencias, especialmente la que conducía el Correo de la Corte.

 

Actual puente del arroyo Fresneda - Foto: DOVANE63


Tras varios intentos fallidos, el año pasado pudimos dar con la localización de “El Confesionario”, que podéis ver en esta foto. Se encuentra en una finca llamada "El Borril", que pertenece al término Municipal de Guareña.

 

EL CONFESIONARIO. Foto: dovane63

En sus inmediaciones se pueden intuir restos de antiguas construcciones, de las que lo único que queda en pie es el aljibe, donde se dice que los bandoleros arrojaban a sus víctimas después de robarlas, y que algunos refieren de origen romano.

 

Aljibe del Confesionario. Foto: dovane63

 

Cuenta también la tradición popular que este lugar era cárcel del Tribunal de la Santa Inquisición y punto de confesión de posibles herejes, de ahí su nombre.

 

 

Durante mucho tiempo “El Coguto” fue amigo de venteros, posaderos, hombres de campo y mayorales de ganado.

En cuanto a la Casa de Postas que existía en las inmediaciones del Confesionario, el lugar donde los viajeros podían comer, beber, dormir y se podía recuperar o cambiar el tiro de los carruajes, lamentablemente ha sido demolido recientemente por su estado ruinoso tras años de abandono.

 
 
EL LADRÓN AGRADECIDO
 

En cierta ocasión un señor ya mayor, hijo dilecto de la villa de Medellín, personaje muy querido por todos en aquel pueblo, subió sobre una nerviosa mula y tomó el camino a Cáceres, a donde le llevaba la voluntad de hacer unos pagos importantes. Recorrió algunas leguas sin ningún otro contratiempo que no fuera la molestia del medio de locomoción en que era transportado, cuando una voz potente, enérgica y determinativa le dio el alto, haciéndole parar en seco.

Ante él se presentaba un arrogante mozo: llevaba negras y espesas patillas, sombrero calañés, un pañolón mediano verde anudado a la cabeza, chaquetilla corta de pana, pantalón de lo mismo hasta media pierna, medias de lana gruesa y buenas botas, todo con hebillas de plata y botones del mismo metal. Tal era la estampa pintoresca de “El Coguto”. Llevaba de la brida una hermosa y nerviosa jaca negra.


Bandoleros (Valeriano Domínguez Bécquer)


Algunos minutos estuvo contemplando al caminante en silencio, sin articular ni una palabra, hasta que, como el que se decide a consumar un hecho después de meditado, sacó de entre su faja roja una enorme navaja, a cuya vista debió de palidecer el caminante, y se acercó, al mismo tiempo que se quitaba respetuosamente el sombrero y dijo:

- ¿Cómo está Vd. Señorito?

Entonces el caballero de Medellín reconoció, bajo aquel atuendo, a su arrogante criado, extrañándose mucho de verle en aquella profesión.

- Tome Vd. mi navaja, no muy lejos de aquí encontrará apostada a toda mi cuadrilla. Cuando le echen el “alto”, enséñeles esta navaja que le doy, pero cerrada.

 

Navaja española -  S. XIX

 

Después montó a caballo y sin decir adiós picó espuelas.

Tal como había previsto “El Coguto”, sus secuaces, a la vista de la navaja, rodearon en silencio al “Señorito”. El que llevaba la voz cantante, tomó la navaja y la estuvo examinando. Convencido de la autenticidad de la prueba, se volvió y dijo al resto: 

 


 

- “Dar escolta a este señor hasta las mismas puertas de Cáceres. Yo voy a reunirme con el jefe”. 

 

EL AJUSTICIAMIENTO

 

 

 Este es parte del informe enviado por la Benemérita en su día a la prensa:

 

“Salustiano y “El Coguto”, a pesar de sus prisiones, se subieron al carro que les conduciría a su fatal destino con la mayor agilidad y sin ningún auxilio, no sucediéndole así a Antonio Guisado que, llorando y en el mayor desconsuelo, fue preciso subirlo. Acto continuo de haber salido de Don Benito, pidieron al jefe de la escolta les mandase dar un poco de aguardiente diciéndole que a todo el que va a morir se le da lo que pide. Se les dio el aguardiente referido y, al tomarlo, exhortó Salustiano a sus compañeros morir bien y con valor.

Continuaron su camino y luego que llegaron a Villanueva fueron colocados el Salustiano en un calabozo y sus dos compañeros en otro; a la media hora se les notificó la sentencia a Rafael Sánchez (a) Coguto y Antonio Guisado, la que oyeron impasibles y con calma, haciendo “El Coguto” los mayores esfuerzos para romper la cadena que le ataba las manos concentrando sus fuerzas y disimulando su intento frustrado. Terminada la lectura de la sentencia fueron puestos en capilla a las once de la mañana del día 4 de agosto, en la que ya los esperaban los sacerdotes de la población y su vicario; eligieron confesor, después entrando en recogimiento se confesaron y comulgaron.

En sus últimas horas manifestaron que si el Salustiano les hubiera creído tal vez no se verían en aquel caso, pues con la muerte de Daza tendrían dinero y libertad; “El Coguto” dijo haber hecho 19 muertes, y que sentía no hubiesen sido veinte con Daza, que en otra ocasión ofreció a una autoridad traerle en sus alforjas la cabeza de Salustiano siempre que le diese una cantidad alzada.

Antonio Guisado dijo haber asesinado a cinco, lo que confesó con un estoicismo admirable; a deshoras de la noche, “El Coguto” logró a fuerza de perseverancia soltarse la que le sujetaba las manos, y sin separarlas para manifestar que conservaba sus ligaduras se fue a un rincón, y allí estuvo un largo rato pugnando para romper el candado de los grillos, lo que no pudo lograr por su solidez, volviéndose desesperado a la cama, en la que se reclinó, avisado el oficial de la guardia por el confesor, hizo reconocerle y amarrarle de nuevo; comieron con tranquilidad, obsequiando a cuantos entraban o estaban presentes, siendo uno el escribano de la causa, al que Guisado dio un puro encendido rogándole lo fumase a su salud. Llegada la hora fueron conducidos al patíbulo en donde el verdugo hizo su oficio.

Al día siguiente se trasladó al Salustiano a Castuera y fue puesto en capilla el 7 a las siete y media de la mañana en la que entró contrito y arrepentido, suplicó fuese a verle el señor Daza, persona a quien había hecho la última ofensa; le pidió perdón y le recomendó a sus hijos, prometiéndole este no desampararlos; después se dirigió al caballero fiscal de la causa y le pidió no le desamparase hasta morir, pues conocía que sus delitos le llevaban al patíbulo, no él, pues no había hecho más que cumplir con su deber. Efectivamente, el caballero fiscal que entendió en la causa es uno de los oficiales del ejército inteligentes y probos, que no se doblegan al interés ni menos separarse de los prevenido en las ordenanzas, las que está acostumbrado a obedecer; le estuvo hablando varios ratos y le manifestó haber cometido varios robos, pero que no fue asesino, que principió su carrera por un cordero, y que su pérdida fue las malas compañías, trató de envenenarse con una casa de fósforos y la devolvió sin causarle otro mal que dolores de vientre.

Subió las escaleras del patíbulo con paso firme, mandó callar al público para que se oyesen bien los pregones, los que él mismo escuchaba con la cabeza baja, manifestando enseguida que justo era que quien tal hizo tal pagase, que en él veían el castigo de Dios por sus delitos, que le tuviesen lástima y rogasen por su alma; sentóse en el palo, cerró los ojos para no abrirlos jamás, y momentos después había dejado de existir, no sin bastante tormento y con una larga agonía

 


 

Leído el pregón de quedar hecha justicia, y después de dirigir su voz un sacerdote al público, recomendándole el escarmiento, desfilaron las tropas retirándose de la población para Don Benito”. 

La justicia, aunque anda cojeando, rara vez deja de alcanzar al criminal en su carrera. 

Quinto Horacio Flaco. Poeta latino. (65 - 8 a.C.)

 

FUENTES Y AGRADECIMIENTOS:

www.latiendadesumipal.com

José María Gallardo Durán, Profesor y Catedrático jubilado del I.E.S Bartolomé J. Gallardo de Campanario

Emilio Manuel Arévalo Hernández, Jefe de Servicio de Infraestructuras Hidráulicas en Junta de Extremadura.

Valentín Casco Fernández (Cronista Oficial de la Villa de Valdetorres-Badajoz).

Mª del Mar Robles Rabadán, CAPITÁN JEFE ACCTAL. DEL SERVICIO DE ESTUDIOS   HISTÓRICOS DE LA GUARDIA CIVIL. 

Capítulo el 9º Tercio del libro "La Guardia Civil, historia de esta Institución y...nuestros días... Autores los oficiales José Sidro y Surga y Antonio de Quevedo y Donis. 

Buscador histórico - Congreso de los Diputados

Archivo Histórico del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid — Signatura: AHICAM 1.2.104.15

LA ESPAÑA, viernes 10 de Setiembre de 1852.

EL OBSERVADOR, martes 24 de febrero de 1852.

EL DIARIO ESPAÑOL, domingo 12 de septiembre de 1852.

DIARIO DE PALMA, martes 26 de octubre de 1852.

EL CORREO EXTREMEÑO, Badajoz 5 de octubre de 1930.
 
 
 

3 comentarios:

  1. Supongo que con la casa de postas que mencionas, te refieres a la famosa Venta de la Guía. Una auténtica infamia su derribo.

    Si conseguistéis llegar al "Confesionario" sin que os saliese al paso el personal de la finca a, digamos, incomodaros, enhorabuena. A pesar de que al sitio se puede acceder por dos caminos públicos, históricamente públicos, tan históricamente públicos que uno de ellos se denomina "de Madrid a Badajoz". La última vez que anduve por allí estaban cerrados con candado y repletos de cartelería amenazante. Así están los tiempos, propiedades privadas que no se respetan y propiedades públicas que tampoco.

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    1. Efectivamente era esa casa. En cuanto al acceso al Confesionario, sin problemas, no encontramos ningún candado. Un saludo amigo Villano.

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  2. Muy interesante tu artículo. Sólo comentarte que el cura Merino guerrillero y el cura Merino que atentó contra Isabel II son personajes diferentes. El uno Jerónimo Merino Cob y el otro Martin Merino Y Gómez. Saludos cordiales.

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