miércoles, 8 de abril de 2020

VISITANTES DE ESCRITORIO: Hoy: Agustín Melchor



Tuve el privilegio de conocer a este amigo en una ruta senderista por la Sierra Santa Cruz (Cáceres) fue nuestro guía y ese fantástico día nos mostró (para nuestra sorpresa) aparte de las maravillas de un paraje mágico, sus habilidades como radiestesista. 




Agustín Melchor Terrón es Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Extremadura, en la especialidad de Geografía. Cursó el Doctorado en la especialidad de Geografía Física.

Tiene varios libros publicados, así como artículos en periódicos y revistas especializadas, destacando en los últimos años su labor como Investigador y Escritor de la Historia y la Arqueología de su pueblo, Santa Cruz de la Sierra, donde además desarrolla Rutas Culturales para enseñar el resultado de sus investigaciones en la Montaña Sagrada de Santa Cruz.




También es Radiestesista e Investigador de las Energías de la Tierra, lo que le ha llevado a abordar el estudio de los Espacios Sagrados tanto de la Sierra como de su pueblo en su libro “El Misterio de lo Sagrado”, relacionando telurismo, arqueología, historia y antropología.




Actualmente sigue trabajando en nuevos proyectos sobre su pueblo, en la historia ignota del mismo, en la parte invisible del patrimonio, en el lado heterodoxo de su Historia, en lo profundo y desconocido de sus misterios, así como en otros proyectos a nivel regional que, en breve, verán la luz.

Telurismo, misterio, energías, simbolismo, antropología oculta, son las cartas de presentación de sus trabajos e investigaciones actuales. Siempre en busca de lo invisible a nuestros ojos.


CRUCES DE LA INQUISICIÓN, por Agustín Melchor


Se me antoja necesario discernir entre los distintos tipos de cruces grabadas en piedra que podemos encontrarnos en nuestros pueblos, pues no podemos caer en el error de catalogarlas todas de una misma manera. Los trazos y el escenario nos ayudan a comprender una realidad que, en ocasiones, se torna invisible, y no solamente porque no veamos a simple vista esas cruces labradas en las jambas de puertas y ventanas, a pesar de que sólo hay que fijarse un poco para apreciarlas, sino también porque discernir su tipología puede ser complicado. De entre todas las tipologías y simbolismo quiero mostrar ahora las Cruces de Inquisición, reductos de un oscuro pasado que ha dejado un poso difícilmente digerible si tomamos conciencia de su realidad cada vez que veamos una de ellas.
Destacan por ser trazos bien marcados y aparecer una cruz sobre un triángulo, lo que nos indica una marca precisa hecha en la casa de un judío: la cruz simbolizaba la religión católica, y el triángulo simbolizaba el Templo de Salomón, el Judaísmo, por lo que el conjunto de cruz sobre triángulo simbolizaba el triunfo del Cristianismo sobre el Judaísmo.




A veces era la marca que ponían los esbirros de la Inquisición en la jamba de la puerta de la casa cuyo morador era detenido, o bien este había huido (también en las casas de familiares de reos, que eran estigmatizados por su condición de familia de condenado, pues para la sociedad de la época se consideraba una deshonra para toda una familia tener un hereje en el seno de la misma); en cualquier caso, la casa quedaba confiscada y puesta en venta para repartirse el dinero entre la Autoridad Eclesiástica y la Autoridad Real.




Otras veces, esa cruz la ponía el propio judío convertido al Catolicismo para aparentar que era practicante católico y así quedar libre de sospechas: es lo que se denomina Cruz del Converso o Cruz de Sobremesa (porque el triángulo hace las veces de peana de apoyo para la cruz al ser colocada sobre una mesa). Incluso se cree que esta imagen quedó grabada en la mente de todo aquél que era llevado ante la Inquisición, contemplando aturdido por el miedo esa cruz sobre la mesa del inquisidor, y que una vez de vuelta en casa, considerase esa tipología de cruz como la oficialmente verdadera a efectos de la Iglesia (para la mentalidad de la época, unido a una galopante confusión entre la población poco instruida acerca de las obligaciones que imponía cada Credo, no procedía arriesgarse en simular una cruz que no fuera la detentada por el todopoderoso Santo Oficio) siendo esa y solo esa la figura de la verdadera cruz que se debía exhibir en público.




También, en muchos casos, cuando un judeoconverso se sentía vigilado, en el punto de mira de la Inquisición, grababa una cruz en la jamba derecha de la puerta de su casa para demostrar que era un buen cristiano, que ya no utilizaba la parte más sagrada de la puerta para colocar una mezuzáh (claro identificativo de una casa judía), sino para colocar una cruz. ¿Y qué tipo de cruz grabaría?, pues la misma que exhibía el Santo Oficio, así no corría el riesgo de equivocarse. De ahí que en muchas ocasiones sea difícil precisar si nos hallamos ante una cruz grabada por los Familiares del Santo Oficio al confiscar una casa (Cruz de la Inquisición) o por un judío converso (Cruz del Converso o de Sobremesa).




En cualquier caso, cada vez que veamos esta tipología de cruz, debemos tomar conciencia del oscuro pasado que representa, esa época de intransigencia y supremacía religiosa que excluía a todo aquel que no participara de la corriente religiosa oficial entonces imperante (el Cristianismo). Así, por un entendimiento erróneo de la doctrina del Crucificado se podía destrozar la vida a una familia. Sin duda, un tiempo de tinieblas que no podemos obviar y del que tenemos mucho que aprender.




VISITANTES DE ESCRITORIO


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¡¡Muchas gracias y MUCHA FUERZA!!


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