6 de Noviembre de 1837. Plaza de la Cebada (Madrid), es una
mañana fría pero a pesar de eso una muchedumbre se agolpa en ella, un
hombre se dirige pesaroso camino del cadalso, el verdugo y el garrote vil le
esperan para dar conclusión violentamente a su truculenta vida, tiene 31 años y
estas serán las últimas palabras que pronunciará en este mundo:
“He sido pecador como hombre, pero nunca se mancharon mis
manos con la sangre de mis semejantes. Adiós patria mía. Sé feliz”.
Se llamaba Luis Candelas y era el bandolero más famoso de su
época.
En Extremadura abundaban también las partidas de bandoleros,
las más temidas y famosas fueron las de “Los muchachos de Santibáñez”, “Melchor
y Merino”, la banda de “El Charro” o la de “Genaro Sánchez de León”.
Mi amigo Miguel Buendía y Guillén, me contó que por estos parajes
actuaba un bandolero llamado “Serna” que se refugiaba en una cueva que aún
existe pero que es de difícil acceso en la finca “Valdecabreros” (hemos quedado
para ir a inspeccionarla).
“A Serna le dieron caza
los Migueletes, un cuerpo de seguridad antes de la Guardia Civil. Otros dicen
que El Somatén y finalmente que La Guardia Civil. Esto ocurría a finales del
Siglo XIX o principios del XX, era coetáneo de Tragabuche, Perro Dientes.
Metefuegos y Arranca Bellotas, este procedía de Sierra de Gata.
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Don Benito, la plaza 1926 , bendición de la bandera del Somatén |
De Campanario a
Quintana actuaba Burra Loca, personaje que tenía atemorizada a la zona de la Sierra de los Baños del Forcallo a Oliva de Mérida. Escuchaba relatos en las
noches camperas en la lumbre de los mayores. Una de ellas contaba que tuvo sitiados
a los dueños de la finca la Bóveda tres días y tuvo que huir pues le soltaron perros destinados
a tal menester.
A Burra Loca después
de aquella huida no se le vio jamás. Decían que tenía amoríos con una de la
zona de Maguilla, Berlanga o Campillo de Llerena, llamada La Pedregal. Y mira
por donde con el paso de los tiempos una línea coches de viajeros llevó el
nombre de La Pedregal”.
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Excuersión en La Pedregal |
Con el paso del tiempo este tipo de forajidos han pasado a
formar parte del folcklore y las leyendas, rodeados de una gran aureola de
romanticismo.
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Cuenta una de estas historias que una de las más grandes
benefactoras que ha tenido nuestra ciudad, Don Benito, Doña Consuelo de
Torre-Isunza, se dirigía un día en su coche a la ciudad de Mérida y al llegar a
la altura de un paraje situado entre Medellín y Santa Amalia, conocido como la Sierra
del Alcornocal, un grupo de bandoleros le salió al paso.
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Doña Consuelo de Torre-Isunza |
- ¡Alto cochero, detén el carro si en algo aprecias tu vida!
- ¡So, caballo! ¿Saben
ustedes quien viaja en este coche?, replico el cochero.
Uno de los bandoleros, que parecía el jefe de la partida,
abrió la puerta del coche y nada más verla se quitó el sombrero casi con una
reverencia, pues la había reconocido al instante y dijo:
- No se preocupe, no le va a pasar nada, que usted nos
ha dado de comer muchas veces, la vamos a acompañar hasta San Pedro de Mérida
pues por aquí hay varias bandas, como los Morcillos, que están por el río
Búrdalo.
Este tipo de bandidos fue paulatinamente disminuyendo en la
segunda mitad del siglo XIX, entre otras causas a raíz de la creación en 1845
del benemérito cuerpo de la Guardia Civil.
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