sábado, 27 de abril de 2019

UNA LEYENDA DE DON BENITO


Durante la Edad Media, por los pueblos del antiguo Condado de Medellín se cantaban hermosos versos, su temática era principalmente amorosa, también sobre leyendas, sucesos luctuosos o propaganda política.


Estos poemas eran compuestos por los llamados trovadores y en ocasiones ellos mismos los interpretaban, en otras lo hacían los llamados juglares o ministriles.



"El sacauntos de Allariz". Copla de ciego.


Tiempo después serian recogidos este tipo de poemas en los llamados “Pliegos de cordel”, unos cuadernillos exhibidos para su venta en tendederos de cuerdas, de ahí su nombre, eran cantados a menudo por mendigos ciegos acompañados de  instrumentos como la zanfona o la vihuela.


Pliego de cordel "El Crimen de Don Benito"


De estas tradiciones también proviene el género de los cantautores, aunque actualmente está en notable decadencia pese a que no le faltan  ingredientes de todo tipo para su elaboración.

No es Extremadura precisamente pobre en leyendas, pues las tienen todos sus pueblos, castillos, santuarios y monasterios.

Castillo de Medellín - Foto: DOVANE63

Entre los pueblos del antiguo Condado de Medellín se cantaba una que recogió el Cronista de Badajoz D. Nicolás Díaz y Pérez, y cuya crónica dice así:

“Pasados muy bien los promedios de la segunda mitad del siglo XVIII, el Gobierno del Rey D. Carlos IV mandó a Don Benito un Alcalde-Mayor, de esos que hemos conocido hasta poco há, con el nombre de Alcalde-Corregidores. El nuevo funcionario no obraba a gusto del pueblo, y era más déspota de lo que convenía a sus subordinados. A más creaba impuestos nuevos, multaba a los más descuidados y trataba a todos, altos y bajos, a un mismo nivel, conculcando las leyes, y nadie tenía más derechos que aquellos que él quería concederles, dándose humos de señor feudal.


Una mañana se levantó el vecindario de mal talante. Se formaron grupos en la plaza, y una voz sediciosa salió de en medio de ella, gritando:


— ¡Muera el Alcalde-Mayor!... ¡Abajo el tirano!...


Se unieron todos los grupos y las gentes cercaron la casa del Alcalde, poniéndola fuego.





De entre las llamas surgió el Alcalde-Mayor pidiendo piedad. No la tuvo el pueblo para con su verdugo, y cogido que fue por el populacho, sufrió muerte cruel, probando así que no es tan fácil dominar voluntades libres.


Teatro Municipal de Tomelloso


La noticia del suceso corrió hasta la Corte y el Gobierno mandó formar causa. Fue, al efecto, a la villa un Juez especial a instruirla; tomó declaraciones a todos sus vecinos y se vio, desde el primer momento, que había unanimidad en la designación del culpable.


Este era... ¡Don Benito!... esto es, el pueblo de Don Benito, representado en la estatua que coronaba la torre parroquial del Apóstol Santiago. 




Y no hay para qué decir que el reo no pudo ser ahorcado, porque estaba abolido, desde Carlos III, ahorcar ni quemar estatuas, a que tan acostumbrados nos tenían las sentencias del Santo Oficio; y al pueblo de Don Benito tampoco pudo prendérsele, porque compuesto ya de 11.000 habitantes, se necesitaba una cárcel inmensa para aprisionarle. El Juez no pudo sentenciar. El delito quedó impune”.

Castillo de Medellín - Foto: DOVANE63

Nos dice D. Nicolás que tal es la tradición popular que de antiguo corre, como cierta, sobre este sangriento suceso entre los pueblos que formaban el histórico condado de Medellín, aunque no existen pruebas para dar autenticidad al hecho, la historia tampoco lo registra en sus páginas, ni los cronistas extremeños nada de él refieren.

En los primeros años del siglo XVII en la villa de San Martín del Grove, perteneciente al partido judicial de Combados, en la provincia de Pontevedra, se cuenta que ocurrió una historia muy pareja, su protagonista fue Don Juan de la Meca, señor feudal y cura del pueblo, conocido como "El Meco", tenía derecho de pernada sobre todas las mujeres de la villa, es decir, que cuando una mujer iba a contraer matrimonio, estaba obligada a pasa una noche con él.



“Tuvo esta villa un Párroco, conocido como Meco, perturbador, enemigo de la paz, usurero, pendenciero en alto grado y hombre de las más depravadas costumbres. Cansado el vecindario de sufrir las licencias de su Párroco, acudió en queja al Arzobispo de Santiago, para que le librase de tan pernicioso enemigo; pero el Arzobispo, haciendo oídos de mercader, no atendió las excitaciones del vecindario. 





Este, un día acordó hacerse la justicia por su mano, y en turbulento motín rodeó la casa de su Párroco, se apoderó de él y le dio muerte cruel, ejecutando uno de esos actos que en el Norte de América se le da el nombre de linchar. Se alarmó entonces el Arzobispo y formada la causa, y cuando había el propósito de ahorcar a los culpables, resultó por unánime declaración de todo el vecindario, que entre todos le habían dado muerte.

— ¡Matamos todos!...—respondieron a una, hombres y mujeres—sin que pudiese jamás conocerse al autor del crimen.”

Esta leyenda está autorizada por la historia y se conoce de ella hasta los detalles más pequeños del hecho que la nutre, y sin embargo, tampoco era nueva, pues como la de Don Benito, parece copiada de otro suceso histórico del siglo XV, que constituye el asunto de uno de los más hermosos dramas histórico-municipales del Siglo de Oro Español, obra del genial dramaturgo Lope de Vega, su nombre: “Fuenteobejuna”.




Fuentes:

  • La leyenda de Don Benito, de Nicolás Díaz y Pérez. 1901
  • Galicia Encantada, Enciclopedia de Fantasía Popular de Galicia.
  • Obras de Alfonso de Palencia, Biblioteca Virtual Cervantes.
  • "El motín de Fuente Ovejuna en el teatro de Lope: la psicología de las muchedumbres y la naturaleza de sus delitos", por José Francisco Acedo Castilla

2 comentarios: